Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo,
no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos
fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha
sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó
la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, del cual yo
fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. (2 Timoteo
1:9-11)
Fuimos llamados por un propósito. Antes que
naciste Dios ya tenía un propósito para cada uno de nuestras vidas. Somos “… creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas” (Efesios 2:10).Dios nos “escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado…” (Efesios 1:4-5). “Habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria… En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa… para alabanza de su gloria” (Efesios 1:11-14).
Fuimos creados según Dios conforme a la alabanza de Su gracia. Nuestro propósito es exaltar la gracia y la misericordia de Dios en nuestras vidas. Nuestro propósito es que nuestras pueden reflejar la obra de cruz y el poder de la resurrección de Jesucristo. Es para que este mundo pueda notar en nuestras vidas lo que Jesucristo ha hecho en nosotros. “Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
Jesús dijo somos la sal de la tierra y la luz del mundo. “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:13-16).
Los verdaderos cristianos son aquellos que
marcan la diferencia en este mundo. Es lo que hace la sal: da sabor. Nosotros
hacemos un mundo diferente porque tenemos a Jesucristo en nuestras vidas
marcamos esa diferencia. Somos la luz de este mundo. Alumbramos en la
oscuridad. Pero si nuestras vidas son tienen sabor a Cristo: ¿Cómo este mundo
va a saber la diferencia? Si no alumbramos. Si la luz de Jesucristo está
escondido… si no estamos marcando la diferencia… si no estamos cumpliendo
nuestro propósito… en las propias
palabras de Jesús que “no sirve para nada”.
¿Cuál es ese propósito? En una sola palabra podemos resumir el
propósito de Dios: Almas. Es por eso que estamos aquí, porque “Dios muestra su
amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”
(Romanos 5:8). Eso es el propósito de la Iglesia: las almas. “Id por todo el
mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado,
será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15-16). “Pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de
la tierra” (Hechos 1:8).
La pregunta para nosotros para nosotros hoy es:
¿Estoy cumpliendo mi propósito? ¿Estoy cumpliendo el propósito por lo cual Dios
me llamo, me lavo, me perdonó y me lleno con Su Espíritu Santo?
Jesús “nos salvó y llamó con llamamiento santo, no
conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue
dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos… el cual quitó la
muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio…” Y Pablo termina diciendo: “del cual yo fui
constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles” (2 Timoteo 1:9-11).
Pablo decía por causa de ese llamado…por ese propósito estoy predicando la
Palabra de Dios. Fue el propósito que le conmovía, le llevaba para anunciar el
evangelio de Jesucristo. Que hoy podamos alinear con el propósito de Dios para
que seamos un instrumento de llevar el evangelio de Jesucristo.
Muchas veces citamos Romanos 8:28: “Y sabemos
que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados”. Muchas veces decimos todas las cosas
Dios les ayuda a bien a los que aman a Dios. Pero nos olvidamos de la última
parte… “a los que conforme a su propósito son llamados”. ¿Estas respondiendo al
llamado de Dios? Muchas veces estamos viviendo nuestra vida a nuestra manera y
pensamos que todas las cosas nos ayudan a bien.
La realidad es que envés de tratar de hacer a Dios alinear con nuestra
voluntad o lo que nosotros tenemos en nuestra agenda…necesitamos alinearnos con
Su voluntad y Su propósito.
¿Está mi vida alineado con el propósito de Dios?
¿Estoy yo viviendo mi vida según mi
propia voluntad y deseos?
En la Parábola del Sembrador hay tres motivos
por lo cual podemos dejar de alinearnos con el propósito de Dios para nuestras
vidas:
El primero es la falta de fe. Cuando no creemos
en la Palabra de Dios, Satanás se aprovecha y arrebata lo que Dios ha puesto en
nuestro corazón. Hay muchas personas que pierden su mirada en el propósito de
Dios porque dudan la Palabra de Dios. No creen que Dios pueda obrar en sus
vidas. No creen que Dios pueda usar sus vidas. Y son robados del propósito que
Dios tiene en sus vidas. Ellos llegan a creer esa voz que dice: “Tú no puedes”
y se desvían del propósito de Dios.
El
segundo razón que algunos se desvían del propósito de Dios es por el desánimo.
Cuando viene los problemas, las luchas y las aflicciones se desaniman. Es la
semilla entre las piedras. Les parece que el camino de Dios es demasiado duro.
No tienen raíces o profundidad como cristiano. Esto se refiere a la madurez
cristiana. Están mirando en las cosas temporales y no en las eternas. Si te
fijas en los problemas y las luchas el desánimo te puede desviar del propósito
de Dios. No dejes que el desánimo te haga desviar del propósito de Dios.
Otra razón que otros desvían del propósito de
Dios es porque se enredan en las preocupaciones de esta vida, ponen en primer
lugar al ganar el dinero y salir adelante aquí en el mundo. El propósito de
Dios llega a ser aguado en sus vidas y alejados de ellos porque llega a estar
en segundo lugar y llegan a tener una vida cristiana si fruto. La Biblia dice:
“Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas” (Mateo 6:33).
“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste
es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta,
y a treinta por uno” (Mateo 13:23). Yo quiero cumplir el propósito de Dios en
mi vida. Quiero ser fructífero. No quiero desviar del propósito que Dios tiene
para mi vida.
Quiero alinear mi vida al propósito de Dios.
Jesucristo hombre alineo su vida al propósito de Dios para Su vida. Él dijo: “No
puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo,
porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”(Juan
5:30). Jesús dijo: “No puedo hacer nada por mí mismo. Tengo que hacer la
voluntad del que me envió”. Él era impulsado por el propósito de del
Padre. Jesús declaró Su propósito: “Porque el Hijo del Hombre vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
No todos van a entender y comprender el
propósito de Dios en tu vida. “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus
discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos,
de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al
tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo:
Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él,
volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres
tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los
hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:21-24). Algunos
van a decirte que estás loco, otros van a decir que estás perdiendo tú tiempo,
otros van a decir que eres demasiado fanático. Pero uno que es empujado por el
propósito de Dios no va a ser determinado por lo que tienen su mirada en las
cosas terrenales.
El autor de Hebreos dijo: “Y aunque era Hijo,
por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino
a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8-9).
Jesucristo tuvo que someter su voluntad humana a la voluntad de Dios. El tenía
que alinearse con el propósito de Dios para Su vida.
Jesús dijo a Pilato: “Mi reino no es de este
mundo… Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices
que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para
dar testimonio a la verdad...” (Juan 18:36-37). Jesús dijo: tengo un reino que
no es de este mundo… para este propósito he nacido, para este propósito he
venido al mundo…para dar testimonio a la verdad. Toda Su vida era para cumplir
el propósito de Dios para Su vida.
En la carne Jesús lucho con su voluntad humana
en el Getsemaní: “diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se
haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). El se Alineó con el propósito por
lo cual Él había nacido. Hoy quiero decir a Dios: “Que no se haga mi
voluntad sino la tuya”. Quiero alinearse a Su propósito.
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