domingo, 24 de marzo de 2013

Desapercibiendo el Milagro

Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban. Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.  (Marcos 6:49-52)

Cuán rápido que el hombre se olvida de Dios. Muchas veces Dios puede hacer tantos milagros en nuestras vidas, sin embargo esos milagros se quedan desapercibidos. Hay una gran diferencia entre reconociendo que existen los milagros, que Dios es real y realmente creyendo en el Dios de los milagros. Muchos creen más en un milagro que realmente creen en Dios. No reconocen realmente quien Dios es. Podemos estar en medio de un milagro y no darse cuenta de quién es nuestro Dios.   

Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer. Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer? Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces. Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde. Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta. Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos. Y comieron todos, y se saciaron. Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces. Y los que comieron eran cinco mil hombres” (Marcos 6:30-44).

Jesús fue movido por misericordia por la necesidad de la gente en medio del calor del desierto. La gente, las madres, los niños cansados y hambrientos que habían venido lejos para escuchar Sus palabras y ser sanado por Su mano.
“Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” (Juan 6:8-9).

Dios ve tu necesidad hoy y si alguien puede ser como aquel niño que ofreció sus cinco panes y dos pececillos al maestro Dios puede hacer un milagro en tu vida. Ese milagro no solo puede tocar tu vida pero puede rebosar hasta tocar las vidas de los demás.  
Después de haberlos bendecido Jesús milagrosamente convirtió cinco panes y dos peces en comida suficiente para cinco mil hombres más las mujeres y niños presentes. Jesús proveyó, sacio el hambre de todos presentes. No solamente comieron hasta que eran satisfechos pero recogieron doce canastas llenas de los pedazos de los panes y los peces.

Cuando personas le siguieron después de haber hecho el milagro. Jesús les dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. (Juan 6:26). Muchas veces fijamos más en el milagro que en Él que puede hacer el milagro. El milagro viene y el milagro va y algunos se olviden a Dios.
“En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar; y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban. Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones (Marcos 6:45-52).

En medio de la tormenta, el viento, el mar golpeando a la barca, vino la desesperación mientras cansando y fatigados remaban con gran fuerza. Sus esperanzas se habían acabados, pero en ese momento Jesús vino caminando sobre el agua. Jesús subió en la barca y clamó el viento y ellos se asombraron en gran manera y se maravillaban. Era una sorpresa para ellos que Jesús podía calmar la tormenta. Ellos todavía no se daban cuenta quien era Jesús. Todavía no habían entendido lo de los panes, entonces tampoco entendieron que Jesús podía calmar el mar. El milagro era desapercibido por ellos. Ellos reconocieron al milagro sin reconocer el quien era el dador del milagro. El mismo Dios que hizo el milagro de proveer los panes y los peces es el mismo Dios que clamó la tormenta. El mismo Dios que proveyó tu necesidad alguna vez en tu vida es el mismo Dios que puede clamar la tormenta de tu vida. Que no se quede desapercibido el milagro en tu vida.
Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:15-17).

No quiero desapercibir el milagro. No quiero vivir no recociendo quien Él es. ¡Yo quiero más que un milagro, quiero una revelación de quien eres Señor!

Pablo dijo: “Más os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1:11-12).
Si tenemos la revelación de quien Él es no importa la circunstancia que estamos pasando vamos a confiar porque sabemos que Él es el Todopoderoso.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39)
Jesús dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8).  El milagro más grande es Jesús. Y si yo tengo a Él, si yo sé Quién es Él he entendido lo más importante. Esto es más grande que mi necesidad inmediata este se trata de Él.  

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