Dios creo al hombre y sopló en él
el aliento de vida. Dios creo un mundo sin pecado y sin error. Dios creó un
hermoso paraíso donde el hombre fue creado para tener comunión con Dios y
gobernar la tierra que Dios había creado. La decisión de pecar, de desobedecer
el orden de Dios, hizo una separación entre Dios y el hombre. La maldición vino
por el pecado del hombre. Eso es la raíz de nuestro problema. El hombre se
apartó de Dios por su decisión de desobediencia. La desobediencia da como fruto
el sufrimiento y en una manera u otra ese sufrimiento nos toca a todos. El
pecado de otros causa sufrimiento. Nuestro pecado nos causa sufrimiento. Heridas
son causadas. Cicatrices forman en nuestro espíritu. El oídio forma en
corazones. Amargura, resentimiento, la ira son resultados de vidas que han
sufrido las consecuencias del pecado. Lo que tenemos que saber es que hay
esperanza. Hay un camino a la restauración para nosotros.
En Romanos nos dice: “Por tanto, como el pecado entró en
el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos
los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12)
“Pues si por la transgresión de uno solo reinó
la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben
la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la
transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera
por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque
así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos
justos” (Romanos 5:17-19).
1)
La
Cruz es el camino a la restauración
Tomás preguntó a Jesús: “Señor, no sabemos a
dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan
14:5-6). Quizás alguien hoy desea ser restaurado pero no sabe cual es el camino;
no sabe que tiene que hacer para cambiar su situación.
Hay un camino que se abrió a través de la cruz.
Jesús es el camino. Es por Su sangre que hay el alma del hombre se restaura con
Dios. Así como Adán caminaba con Dios al atardecer en el Edén hoy tenemos la
oportunidad de caminar con Dios. Tu alma puede estar en paz con Dios.
El escritor del libro de Hebreos hace una
hermosa comparación entre el la obra redentora de la cruz y el proceso de la
expiación en el Tabernáculo de Moisés en Hebreos capítulo 10: “Porque con una
sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo
mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que
haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus
corazones, Y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus
pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda
por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar
Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos
abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote
sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre
de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con
agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza,
porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos
al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:14-24).
Jesús nos abrió el camino a Dios a
través del sacrificio que Él derramó en la cruz. Es por Su perdón que podemos
entrar y estar de pie delante la presencia de un Santo Dios. Vemos el proceso
aquí de la restauración aquí en este pasaje.
1- Debemos acercase a Dios con un corazón sincero y
con fe. (tenemos que acercarse a Dios)
2- Somos purificados de nuestra mala conciencia (el
pasado) y lavados por la sangre de Jesús. (tenemos que tener un encuentro con
Jesús)
3- Debemos mantenernos firmes sin fluctuar (tenemos
que tomar la decisión definitivamente).
4- Tenemos que considerar el uno al otro y
estimular el amor y las buenas obras (tenemos que accionar).
2) La
Cruz nos limpia
Nuestro problema es el pecado.
Tenemos que tratar con el pecado en nuestra vida. Primero tenemos que reconocer
sin reservas nuestras faltas. Es por eso que es necesario acercar a Dios con un
corazón sincero. Sin sinceridad es imposible acercarse a Dios porque Él es un
Dios Santo. Si no somos sinceros es porque estamos tratando de esconder nuestro
pecado. Estamos haciendo lo que hicieron Adán y Eva cuando ellos cocieron hojas
de higo para cubrirse en el huerto del Edén. Sus delantales no eran suficientes
para cubrirse delante de Dios. Nuestras razones no son suficientes delante de
Dios. Nuestras excusas no son suficientes en Su presencia. Tenemos que ser
sinceros delante de Dios. Cuando somos sinceros es allí que nos acercamos a la
presencia de Dios y Él comienza a obrar en nuestras vidas.
La Biblia dice: “Si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos
de toda maldad” (1 Juan 1:8-9). Cuando confesamos nuestros pecados la sangre de
Jesús se aplica a nuestra vida. Es allí que comienza la restauración en
nuestras vidas. Eso es el poder de la cruz. La sangre de Jesús nos limpia, nos
saca el peso del pasado y transforma nuestra vida. Si hemos alejado de Él es
tiempo de volver al pie cruz donde verdaderamente le conocimos la primera vez
3) En
la cruz hay perdón
Cuando buscamos el perdón de
Jesús, Él nos perdona. Es allí que encontramos alivio para nuestra alma. El
peso del pecado se levanta nuestros espíritus y somos libres de la condenación.
No importa lo que haya pasado en nuestras vidas; no importa el pecado que hemos
cometido. Jesús perdona. Tenemos que esa confianza que en Jesús hay perdón. No
importa lo que tu mente dice. No importa lo que el diablo te dice. No importa
lo que otros te han dicho. Hay perdón.
Hay que recibir el perdón
Tienes que recibir el perdón. No
merecemos el perdón. No hay ninguna cosa que podemos hacer para merecer el
perdón de Dios. El perdón no es algo que podemos merecer, es un regalo que
tenemos que recibir de Dios. Algunos luchan con el perdón porque no merecen el
perdón de Dios. El diablo les hace recordar: “No mereces el perdón de Dios”. El
diablo esta torciendo la verdad, porque por supuesto no mereces el perdón de
Dios. Es un regalo de Dios. No lo puedes merecer, tienes que recibirlo.
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su
gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio
vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo
Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su
gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe” (Efesios 2:5-9).
Recibe Su perdón. Déjate ser perdonado. Si nos juzgamos
por merito ninguno será salvo. “…Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed,
venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis
22:17). Dios te da de Su perdón gratuitamente. No te quedes sin esperanza por
no merecer el perdón de Dios. Es cierto que no mereces el perdón de Dios. Pero
también es cierto que la misericordia de Dios es suficiente para restaurar tu
vida. Permítete ser perdonado. Tome la decisión de no vivir con condenación.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los
que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme
al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado
de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).
4)
La
cruz sana las heridas
Después que hayas recibido el perdón tenemos
que perdonar. Hay personas que por las heridas que han sufrido en sus vidas han
resulto no perdonar. Hay personas que han sido abusados físicamente,
sexualmente, otros han sufrido por maltrato verbal y negligencia emocional. Otros
no se dejan perdonar por Dios por sus pecados. Hay cicatrices en el interior.
Hay dolor que otros no ven. Muchos se quedan atrapados en un mundo de
sufrimiento y desconfianza. Muchos viven con amargura en su espíritu. Muchos
están atados al pasado. Los recuerdos dolorosos del ayer como una película en
su mente no les deja de afligir. Muchos han dejando la amargura convertir en
oído y el oído carcome sus espíritus.
Algunos viven con un enojo furioso en ellos. De
repente explotan, se rematan aun con personas que no son responsables de su
dolor. Por eso algunos en un momento están bien y el otro momento están con ira
en contra de todos. Algunos desean vengarse de las personas que le han causado
dolor e infligir dolor a ellos.
La depresión viene. La depresión destruye las
vidas. El diablo te dice: “No vales nada. No sirves para nada”. De allí nacen
pensamientos negativos y aumentan hasta que las personas contemplan el
suicidio. Cuando uno comienza a creer esa mentira la vida pierde sentido.
Servir a Dios pierde sentido. Hay solo una solución; llegar al pie de la cruz y
entregar esa carga a Dios.
Hay que perdonar
Es el perdón que trae sanidad. Dios nos perdona
pero en cambio nosotros tenemos que perdonar a los que han herido a nosotros. Jesús dijo: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:35). Jesús dijo esto después de contar una historia sobre dos deudores, uno que el rey le había perdonado una suma inmensa de dinero y otro que debía un poco de dinero al otro siervo. Después de haber sido perdonado una gran deuda ante su rey el primer siervo fue y mando preso el hombre que le debía una suma pequeña. La cuestión no es cuanto uno debe. Muchos piensan: “Esa persona no merece el perdón”. Eso es cierto solo en parte tenemos que recordar que no hay manera que uno puede merecer el perdón. La realidad es que todos somos deudores. Es perdón es un regalo. Así como Dios nos ha dado el regalo más grande, el perdón de nuestros pecados así también debemos perdonar a las personas que nos han causado heridas.
Lo que tenemos que saber es que el perdón no es
un sentimiento, es una decisión. Hay personas que dicen: “Yo no siento perdonar
a esa persona”. Otros se cierran y dicen que no pueden perdonar. Algunos dicen:
“Yo no puedo ser hipócrita”. La realidad es que no se trata de lo que tu
sientes, se trata de hacerlo que es correcto. La persona que esta siendo más
afectada es siempre la persona que guarda amargura y odio en su corazón. Tienes
que decidir perdonar a esa persona. Si nosotros no perdonamos no podemos
recibir el perdón de Dios.
Tome la decisión
Determine que no vas a vivir toda tu vida
lamiendo tus heridas, recordando el ayer. Hay personas que viven con un
complejo de victima. Piensan que no pueden vencer por las cosas que han pasado.
Piensan que todos siempre le están mirando. Siempre están buscando un culpable
por sus problemas. Dios quiere sanar esa herida.
Decide que vas a rechazar los pensamientos de que
eres una victima. Decide que no vas a ser una victima, decide ser un vencedor.
Suelte la amargura, el oído y el enojo. Entrégalo a Dios. Tienes que tomar una
decisión que no vas a vivir pensando en lo que paso, que vas a vivir tu vida
mirando hacia adelante. Cuando vienen pensamientos de amargura y oído a tu
mente recházalos porque eres una nueva criatura en Cristo. Deje el pasado
atrás. Mira hacia adelante. No podemos vivir el presente si no dejamos atrás el
pasado.
Tome responsabilidad
Hay personas que no pueden ser restaurados
porque no están dispuestos a tomar la responsabilidad por sus faltas. Si has
fallado con alguien arregle con ellos. No importa cuan difícil que sea. Es
mejor esforzase por hacer algo difícil que estar separados de Dios y perder
nuestra alma por no arreglar una situación. No podemos amar a Dios y odiar al
mismo tiempo. Tenemos que reconocer nuestro pecado ante Dios y reconciliar con
las personas que nos han herido y quienes nosotros hemos herido. A veces eso es
decir a la persona: “Te perdonó por lo que me hiciste y no tengo odio en mi
corazón y he decidido seguir adelante”. Eso es buscar las personas que
hemos herido ir pedirles perdón de corazón. Haga las cosas mientras las
personas están con vida. No esperes que alguien se muera para llorar sobre su
ataúd.
Decide Sonreír y Amar
Seguir adelante es una decisión. Déjate
sonreír. Decide amar. Busque lo bueno de la vida y date cuenta que hay mucho
para vivir. Demuestre tu amor a los demás. Ayude al que necesite. De un abrazo.
Vive una vida de propósito. La restauración se ve en nuestras vidas porque nos
lleva a ser una bendición a las vidas que están a nuestro alrededor. Nuestras
obras van a demostrar que Jesús ha hecho una restauración en nuestras vidas y
que verdaderamente tenemos una relación con Dios.
Tenemos un Salvador que nos comprende
Hay esperanza hoy. El camino de restauración
esta abierto para nosotros. Aun si pensamos que nadie puede entendernos ni
puede ayudarnos, hay uno que si nos comprende y su nombre es Jesús. El profeta
Isaías escribe describiendo a nuestro Salvador.
“Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz
de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin
atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres,
varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el
rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por
herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al
matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su
boca” (Isaías 53:2-7).
Si hay alguien que nos puede comprender es Jesús.
Él conoce el dolor. Él conoce el sufrimiento. Él fue despreciado y desechado
entre los hombres, menospreciado, varón de dolores y experimentado en
quebranto. Jesús sabe donde estas. Él tiene compasión de ti.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al
trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro” (Hebreos 4:15-16).
¡Él llevó nuestras enfermedades en esa cruz,
sufrió nuestros dolores, fue herido por nuestras rebeliones y en Su llaga somos
nosotros curados! Alguien necesita acercarse hoy a la cruz y recibir la restauración
de su alma. Hay perdón para ti. Hay libertad. Hay un camino marcado por la
sangre de Jesús para restaurar tu alma.
5)
La
cruz nos da comunión con Dios.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo
esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio
el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando
consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos
encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:17-19).
La cruz nos restaura para que podemos tener comunión
con Dios. Esa barrera, la separación ente nosotros y Dios, Él quiere derrumbar.
Tú puedes tener una relación con Dios. Dios quiere volver a restaurarnos para
que podemos caminar con Él como Él caminaba con Adán el Edén. Si estas en
Cristo eres una nueva criatura. Las cosas viejas pasaron, todas son hechas
nuevas. Acércate hoy al trono de la gracia. Ponte al pie de la cruz y deje que Su
sangre te cubra. Es allí el lugar donde se restaura tu alma.
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