domingo, 30 de diciembre de 2012

El Gran Mandamiento: El Amor

Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mateo 22:36-40)
Los fariseos le preguntaron a Jesús: “¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?” Si esa pregunta preguntamos a muchos cristianos quizás van a tener varias respuestas. Algunos quizás te van a hablar de normas y reglamentos (no que no sean importantes), otros quizás no van a conocer la repuesta.
Jesús respondió a la pregunta diciendo el gran mandamiento es  el amor. Jesús declaró que toda la ley de Dios esta resumido en esa sola palabra. El cumplimiento de las profecías se resume en esa palabra: Amor. Jesús es el cumplimiento de la ley y las profecías. Ellos existiendo para revelar a Él.  Él es la expresión misma del amor de Dios para nosotros. No hay más grande expresión de Su amor que Su muerte en la cruz de Calvario.
Todos conocemos la simple verdad que Dios es amor. Pero esta verdad es más que simplemente una expresión. Es más que un concepto religioso. ¿Vivimos experimentando el amor de Dios? ¿Somos transformados por el amor de Dios? ¿Se ve el amor de Dios en nuestra vida? ¿Transmitimos el amor de Dios a los demás? ¿Es el amor de Dios algo real y viva en nuestras vidas o es solo un conocimiento distante? Muchos dicen tener el amor de Dios, conocer el amor de Dios, pero cuando reflexionamos en nuestras vidas: ¿Vemos el amor de Dios?   
¿Cómo el amor de Dios se aplica a nuestra vida? Jesús dijo que tenemos que amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente. Cuando hacemos un estudio de las palabras en el griego entendemos que Jesús decía que tenemos amar a Dios con nuestros pensamientos o sentimientos, con nuestro espíritu  y con nuestro intelecto o entendimiento. Nuestra meta debe ser amar a Dios con todo lo que somos. Amar a Dios no es simplemente un sentimiento o una emoción. Sí, eso tiene parte, pero nuestro amor por Dios tiene que ser más profundo. Tiene que ser un amor que va durar en los tiempos buenos y los tiempos difíciles. Nuestro amor tiene que estar basados en quien Él es. Hay momentos difíciles que nuestros sentimientos no quieren engañar pero en nuestra mente lo que conocemos de Dios nos hace ser fiel a Dios. Hay momentos que aun nuestro conocimiento es suficiente, pero seguimos por el amor de Dios en el hombre interior, en nuestro espíritu.  
Nuestra adoración es la expresión de nuestro amor por Dios. Adoramos porque amamos a Él. Hay personas que deciden no adorar a Dios, porque su amor se ha enfriado. Nuestro amor por Dios debe ir más allá del sentimiento, va más allá de nuestro problema, va más allá de los que otros deciden hacer. Nuestra adoración es nuestra expresión de amor por quien Él es y lo que Él ha hecho por nuestros.
Cuando tenemos un encuentro con el amor de Dios somos transformados. El amor de Dios encontramos en la cruz, la máxima expresión del amor de Dios. Jesús nos amó y dio su vida por nosotros. No hay amor más grande que eso. ¡Cuánto necesitamos el amor de Dios! Necesitamos ser inundados y ser transformado por Su amor. Cuando recibimos Su perdón y amor recibimos un corazón diferente. No podemos odiar más. No podemos guardar rencor. No podemos no perdonar. Dios nos cambia. La sangre de Jesús nos limpia. Cuando alineamos nuestro corazón con Dios y el amor de Dios llena nuestro corazón ese amor se refleja en nuestro en nuestra vida y en nuestras relaciones. Como estamos reconciliados con Dios también reconciliamos con nuestro prójimo. Jesús dijo: “Y el segundo (mandamiento) es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Nuestro mayor mandamiento es amar a Dios y amar a los demás.
Jesús dijo a Sus discípulos: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35). La personas van conocer a la Iglesia por el amor que ellos sienten, el amor que ven entre los hermanos. Ahora antes en criticar a la Iglesia por no tener amor, reflexione en tu propia vida. ¿Estoy yo actuando con amor? Si tú has sido bautizado en Su nombre, si has recibido Su Espíritu Santo, tú eres parte de la Iglesia, es más, eres el templo de Dios. ¿Reflejan mis palabras el amor de Dios? ¿Reflejan mis acciones el amor de Dios? ¿Siento un amor genuino por Dios y los demás o estoy yo siguiendo solo mandamientos mientras estando lejos del corazón de Dios?
Los fariseos en los tiempos de Jesús cumplían como muchos mandamientos aún más allá de lo que pedía la Ley de Moisés pero se habían establecido un espíritu de orgullo y juicio. A veces tenemos fariseos en la iglesia. Muchos pasan más tiempo criticando y juzgando a los demás que demostrando misericordia y amando a los que rodean. Unos se sienten bien porque ellos son más “santos”, cuando su espíritu está lejos de la santidad de Dios.  ¿Tengo yo el espíritu de un Fariseo? Señor, Dame un corazón lleno de tu amor. Ayúdame tener un corazón lleno de amor de Dios.
El Apóstol  Juan dijo: “Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre” (1 Juan 2:7-12). Jesús había dado un mandamiento nuevo de amor. Juan dice este es el mandamiento debemos seguir. Él nos dice que no podemos decir que amamos a Dios y no amar a nuestro hermano. Hay personas que claman que tiene una maravillosa relación con Dios sin embargo su corazón está lleno de rencor, envidia y de crítica por los demás.  Si no podemos perdonar es tiempo de volver a la cruz y pedir perdona a Dios por nuestra actitud y reconciliar con los demás. Todo lo otro pierde su importancia en nuestra vida espiritual si no tenemos el amor.
Pablo lo dijo a si a la Iglesia de Corintios: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:1-3).
Nuestros sacrificios no tienen valor si no tenemos amor. Nuestro servicio no tiene valor si tenemos amor. Nuestros talentos no tienen valor si no tenemos amor. Nuestros dones espirituales no tienen valor si no tenemos amor. Nada en esta vida importa si no tenemos el amor de Dios en nuestras vidas.
Pero algunos quizás dicen: “Pero yo si tengo amor”. Muchas veces no comprendemos lo que realmente es el amor de Dios. El Apóstol Pablo describe el amor diciendo: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser…” (1 Corintios 13:4-8).
La realidad es que todos hemos fallado. A todos nos ha faltado el amor en algún momento. Señor llena mi corazón de tu amor. Cámbiame, dame un nuevo corazón. No quiero confundir los ritos de la religión con el amor de Dios. Quiero volver a Jesús, volver a Su amor y ser un verdadero seguidor de Él.    

domingo, 23 de diciembre de 2012

El Gran Valor de la Cruz

Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. (1 Corintios 1:18)

En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia. (Efesios 1:5-7)

Hay tantas personas que no se dan cuenta del gran valor del sacrificio que hizo Jesucristo en la cruz del Calvario.  “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden” (1 Corintios 1:18). El mundo no puede entender la cruz de Jesús. La cruz significa la muerte. Significa entrega total. Significa estar rendido a nuestra voluntad y estar entregado a la voluntad de Dios. Jesucristo se entrego hasta lo sumo para poder comprar nuestra salvación. El derramo su sangre para comprar nuestra libertad. Cada látigo que cayó sobre su espalda y su cuerpo fue para sacarnos de la esclavitud de pecado. Cada clavo que clavaron sus manos y sus pies fue comprar nuestra salvación. Cada gota de sangre que Él derramó fue por amor por nosotros.

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:4-5).

Él llevó nuestras enfermedades. Él sufrió nuestros dolores. Él fue herido por nuestras rebeliones. Por su llaga fuimos nuestros curados. Jesús pago el precio más alto para darnos la oportunidad de la salvación. Esa cruz, esa humillación es de valor incalculable. No hay manera de calcular el gran valor del sacrificio de la cruz. La eternidad nunca podrá decir el gran valor de la cruz de Cristo.

Tantas personas tratan con liviandad ese sacrificio. Hay tanto egoísmo aun es en cristianismo. Muchos han aceptado la salvación sin una cruz. Muchos dicen aceptar el sacrificio de la cruz. Hay muchos que dicen tener fe en Jesús sin realmente comprender el verdadero significado de la cruz del Cristo.  pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18).

Jesús vino a este mundo para mucho más que solo hacerte una mejor persona. Jesús vino a este mundo con un propósito mucho mayor que solo que seas bendecido con salud, trabajo, y cosas materiales. Jesús vino a este mundo con un propósito mayor que hacerte feliz. Jesús vino a este mundo para sacarte de las tinieblas a su luz admirable. El vino para sacarte del poder del pecado. El vino para lavarte en Su sangre. El vino para que seas transformado por la pureza, el amor, y la santidad de Dios que sea hace disponible para nosotros por la sangre que Jesús derramo.

Cuantas personas van es búsqueda de los beneficios de la salvación: La vida eterna, el gozo, la paz, la vida en abundancia sin buscar el encuentro verdadero con Aquel que derramo Su sangre por nosotros.

No es suficiente aceptar la realidad de la cruz. No es suficiente agradecer superficialmente a Dios por los beneficios provisto en la cruz.  Es necesario aplicar el sacrificio de la cruz de Jesucristo a nuestra vida.

El evangelio es el poder de Dios para salvación (Romanos 1:16). Hay un cambio poderoso que ocurre cuando tenemos un encuentro verdadero con nuestro Salvador. No podemos ser iguales después de haber encontrado con Jesús. Hay una limpieza que ocurre en nuestra alma cuando derramamos nuestra humanidad delante de la cruz de Cristo. Nos damos cuenta cuan insuficiente es nuestra propia justicia, nuestro orgullo y vanidad. Delante de El todo esta descubierto. Todo pecado. Todo error. Toda maldad. No nos queda otro que tirarnos sobre Su misericordia y clamar: “¡Perdóname, Señor. Lávame en Tu sangre!” Es allí que la transformación ocurre en nuestras vidas. Ese peso de pecado se levanta de nuestros hombres. El gozo de nuestra salvación viene.

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:24-26).

Jesús dijo que si queremos ganar nuestra vida lo vamos a perder pero si perdemos nuestros nuestra vida por Él lo vamos a encontrar. La aplicación de la cruz es la muerte al pecado que hay en nosotros. Es morir a nosotros mismos. Es negar a nosotros mismos. Tomar la cruz es identificare con El en Su muerte. ¿Cómo no estaremos dispuestos a entregarnos a Él cuando El dio todo de El mismo a nosotros en la cruz.

Aun ganando todo de este mundo, disfrutando de todos los placeres de este mundo, obteniendo todos los títulos y éxito que este mundo puede ofrecer, teniendo las riquezas materiales de este mundo no tenemos nada si no tenemos a Jesús. No podemos tener a Jesús plenamente en nuestra vida hasta que estemos dispuestos a perder a nosotros mismos. No podemos encontrarle a Él hasta que El sea lo más valioso en este mundo. ¡Cómo no queremos entregarnos! Como no queremos soltar nuestra propia voluntad a Él! ¡Luchamos para tener el control! Pero es cuando nos damos cuenta de cuando poco valor tenemos nosotros en nosotros mismos y cuanto vale tener el sacrificio de Jesucristo que las cosas de este mundo pierden su valor ante nuestros ojos.

Fue por esto que el Apóstol Pablo declaró: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:8-11).

El Apóstol Pablo declaro: “Lo que antes era importante para mí ya no son. Cuando comparo lo que antes era importante para mí me dio cuenta que son una basura a lado de la excelencia del conocimiento de Cristo.

“Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

Pablo dijo “he llegado a ser semejante a él en su muerte”. Yo he muerto a mi voluntad. Las cosas de este mundo no tiene la misma importancia para mí.

Yo me he dado cuenta de algo. Siento que Dios me mostro este principio: No podemos encontrar cuánto vale el Señor Jesucristo hasta que nos damos cuenta de cuando poco vale este mundo. Encontramos a Él cuando perdemos a nosotros mismos. Encontramos la vida cuando morimos a nuestros deseos. Su voluntad llega a ser nuestra voluntad.

Amar a Jesucristo es amar a El más que cualquier otro. “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí" (Mateo 10:38). ¿Cuánto vale para ti esta cruz? ¿Cuánto vale para ti la sangre que Jesús derramo por ti?

“Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:27-33).

Cuando contamos el costo de la cruz es un precio demasiado alto que no podemos pagar. Solo podemos dar todo de nosotros mismos. Si no estregamos, renunciamos todo de nosotros mismos no podemos identificarse con Su muerte.

Pero es cuando nos identificamos con su muerte también seremos como El en su resurrección. Dios manifiesta Su poder en el punto que estamos realmente rendidos a Él. Cuando nos damos cuenta de cuan valioso que es el sacrificio de la cruz estamos dispuestos a entregarnos todo a Él y este allí que realmente nos encontramos con El.

Pablo dijo: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14).

"De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús” (Gálatas 6:17). Pablo podía decir que en su cuerpo estaba las marcas de Jesucristo porque nadie podía decir que él no había entregado su vida por la causa de Jesucristo. El llevaba las cicatrices por los golpes y látigos sufrido por causa de creer y predicar el nombre de Jesucristo.

¿Cuánto vale la cruz para ti? Hay muchos que no están dispuestos aun entregar un pocito del placer del mundo por Jesucristo. Muchos dicen ser cristianos ¿pero donde están los verdaderos cristianos hoy? ¿Dónde están aquellos que están dispuestos a tomar su cruz y seguir a Jesús? ¿Cuántos esta dispuestos hacer lo que cueste para seguir a Jesús? ¿Cuántos pueden decir Señor: “Tu eres lo mas importante en mi vida?”

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Camino a la Restauración

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (2 Corintios 5:17-19)

Dios creo al hombre y sopló en él el aliento de vida. Dios creo un mundo sin pecado y sin error. Dios creó un hermoso paraíso donde el hombre fue creado para tener comunión con Dios y gobernar la tierra que Dios había creado. La decisión de pecar, de desobedecer el orden de Dios, hizo una separación entre Dios y el hombre. La maldición vino por el pecado del hombre. Eso es la raíz de nuestro problema. El hombre se apartó de Dios por su decisión de desobediencia. La desobediencia da como fruto el sufrimiento y en una manera u otra ese sufrimiento nos toca a todos. El pecado de otros causa sufrimiento. Nuestro pecado nos causa sufrimiento. Heridas son causadas. Cicatrices forman en nuestro espíritu. El oídio forma en corazones. Amargura, resentimiento, la ira son resultados de vidas que han sufrido las consecuencias del pecado. Lo que tenemos que saber es que hay esperanza. Hay un camino a la restauración para nosotros.
En Romanos nos dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12)

“Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:17-19).
1)      La Cruz es el camino a la restauración
Tomás preguntó a Jesús: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:5-6). Quizás alguien hoy desea ser restaurado pero no sabe cual es el camino; no sabe que tiene que hacer para cambiar su situación.   
Hay un camino que se abrió a través de la cruz. Jesús es el camino. Es por Su sangre que hay el alma del hombre se restaura con Dios. Así como Adán caminaba con Dios al atardecer en el Edén hoy tenemos la oportunidad de caminar con Dios. Tu alma puede estar en paz con Dios.

El escritor del libro de Hebreos hace una hermosa comparación entre el la obra redentora de la cruz y el proceso de la expiación en el Tabernáculo de Moisés en Hebreos capítulo 10: “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:14-24).
Jesús nos abrió el camino a Dios a través del sacrificio que Él derramó en la cruz. Es por Su perdón que podemos entrar y estar de pie delante la presencia de un Santo Dios. Vemos el proceso aquí de la restauración aquí en este pasaje.

1-     Debemos acercase a Dios con un corazón sincero y con fe. (tenemos que acercarse a  Dios)

2-     Somos purificados de nuestra mala conciencia (el pasado) y lavados por la sangre de Jesús. (tenemos que tener un encuentro con Jesús) 

3-     Debemos mantenernos firmes sin fluctuar (tenemos que tomar la decisión definitivamente).

4-     Tenemos que considerar el uno al otro y estimular el amor y las buenas obras (tenemos que accionar).

2)      La Cruz nos limpia
Nuestro problema es el pecado. Tenemos que tratar con el pecado en nuestra vida. Primero tenemos que reconocer sin reservas nuestras faltas. Es por eso que es necesario acercar a Dios con un corazón sincero. Sin sinceridad es imposible acercarse a Dios porque Él es un Dios Santo. Si no somos sinceros es porque estamos tratando de esconder nuestro pecado. Estamos haciendo lo que hicieron Adán y Eva cuando ellos cocieron hojas de higo para cubrirse en el huerto del Edén. Sus delantales no eran suficientes para cubrirse delante de Dios. Nuestras razones no son suficientes delante de Dios. Nuestras excusas no son suficientes en Su presencia. Tenemos que ser sinceros delante de Dios. Cuando somos sinceros es allí que nos acercamos a la presencia de Dios y Él comienza a obrar en nuestras vidas.

La Biblia dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8-9). Cuando confesamos nuestros pecados la sangre de Jesús se aplica a nuestra vida. Es allí que comienza la restauración en nuestras vidas. Eso es el poder de la cruz. La sangre de Jesús nos limpia, nos saca el peso del pasado y transforma nuestra vida. Si hemos alejado de Él es tiempo de volver al pie cruz donde verdaderamente le conocimos la primera vez
3)      En la cruz hay perdón
Cuando buscamos el perdón de Jesús, Él nos perdona. Es allí que encontramos alivio para nuestra alma. El peso del pecado se levanta nuestros espíritus y somos libres de la condenación. No importa lo que haya pasado en nuestras vidas; no importa el pecado que hemos cometido. Jesús perdona. Tenemos que esa confianza que en Jesús hay perdón. No importa lo que tu mente dice. No importa lo que el diablo te dice. No importa lo que otros te han dicho. Hay perdón.
Hay que recibir el perdón

Tienes que recibir el perdón. No merecemos el perdón. No hay ninguna cosa que podemos hacer para merecer el perdón de Dios. El perdón no es algo que podemos merecer, es un regalo que tenemos que recibir de Dios. Algunos luchan con el perdón porque no merecen el perdón de Dios. El diablo les hace recordar: “No mereces el perdón de Dios”. El diablo esta torciendo la verdad, porque por supuesto no mereces el perdón de Dios. Es un regalo de Dios. No lo puedes merecer, tienes que recibirlo.
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:5-9).

Recibe Su perdón. Déjate ser perdonado. Si nos juzgamos por merito ninguno será salvo. “…Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17). Dios te da de Su perdón gratuitamente. No te quedes sin esperanza por no merecer el perdón de Dios. Es cierto que no mereces el perdón de Dios. Pero también es cierto que la misericordia de Dios es suficiente para restaurar tu vida. Permítete ser perdonado. Tome la decisión de no vivir con condenación.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).

4)      La cruz sana las heridas
Después que hayas recibido el perdón tenemos que perdonar. Hay personas que por las heridas que han sufrido en sus vidas han resulto no perdonar. Hay personas que han sido abusados físicamente, sexualmente, otros han sufrido por maltrato verbal y negligencia emocional. Otros no se dejan perdonar por Dios por sus pecados. Hay cicatrices en el interior. Hay dolor que otros no ven. Muchos se quedan atrapados en un mundo de sufrimiento y desconfianza. Muchos viven con amargura en su espíritu. Muchos están atados al pasado. Los recuerdos dolorosos del ayer como una película en su mente no les deja de afligir. Muchos han dejando la amargura convertir en oído y el oído carcome sus espíritus.

Algunos viven con un enojo furioso en ellos. De repente explotan, se rematan aun con personas que no son responsables de su dolor. Por eso algunos en un momento están bien y el otro momento están con ira en contra de todos. Algunos desean vengarse de las personas que le han causado dolor e infligir dolor a ellos. 
La depresión viene. La depresión destruye las vidas. El diablo te dice: “No vales nada. No sirves para nada”. De allí nacen pensamientos negativos y aumentan hasta que las personas contemplan el suicidio. Cuando uno comienza a creer esa mentira la vida pierde sentido. Servir a Dios pierde sentido. Hay solo una solución; llegar al pie de la cruz y entregar esa carga a Dios.

Hay que perdonar
Es el perdón que trae sanidad. Dios nos perdona pero en cambio nosotros tenemos que perdonar a los que han herido a nosotros.
Jesús dijo: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:35). Jesús dijo esto después de contar una historia sobre dos deudores, uno que el rey le había perdonado una suma inmensa de dinero y otro que debía un poco de dinero al otro siervo. Después de haber sido perdonado una gran deuda ante su rey el primer siervo fue y mando preso el hombre que le debía una suma pequeña. La cuestión no es cuanto uno debe. Muchos piensan: “Esa persona no merece el perdón”. Eso es cierto solo en parte tenemos que recordar que no hay manera que uno puede merecer el perdón. La realidad es que todos somos deudores. Es perdón es un regalo. Así como Dios nos ha dado el regalo más grande, el perdón de nuestros pecados así también debemos perdonar a las personas que nos han causado heridas.

Lo que tenemos que saber es que el perdón no es un sentimiento, es una decisión. Hay personas que dicen: “Yo no siento perdonar a esa persona”. Otros se cierran y dicen que no pueden perdonar. Algunos dicen: “Yo no puedo ser hipócrita”. La realidad es que no se trata de lo que tu sientes, se trata de hacerlo que es correcto. La persona que esta siendo más afectada es siempre la persona que guarda amargura y odio en su corazón. Tienes que decidir perdonar a esa persona. Si nosotros no perdonamos no podemos recibir el perdón de Dios.
Tome la decisión

Determine que no vas a vivir toda tu vida lamiendo tus heridas, recordando el ayer. Hay personas que viven con un complejo de victima. Piensan que no pueden vencer por las cosas que han pasado. Piensan que todos siempre le están mirando. Siempre están buscando un culpable por sus problemas. Dios quiere sanar esa herida.
Decide que vas a rechazar los pensamientos de que eres una victima. Decide que no vas a ser una victima, decide ser un vencedor. Suelte la amargura, el oído y el enojo. Entrégalo a Dios. Tienes que tomar una decisión que no vas a vivir pensando en lo que paso, que vas a vivir tu vida mirando hacia adelante. Cuando vienen pensamientos de amargura y oído a tu mente recházalos porque eres una nueva criatura en Cristo. Deje el pasado atrás. Mira hacia adelante. No podemos vivir el presente si no dejamos atrás el pasado.

Tome responsabilidad
Hay personas que no pueden ser restaurados porque no están dispuestos a tomar la responsabilidad por sus faltas. Si has fallado con alguien arregle con ellos. No importa cuan difícil que sea. Es mejor esforzase por hacer algo difícil que estar separados de Dios y perder nuestra alma por no arreglar una situación. No podemos amar a Dios y odiar al mismo tiempo. Tenemos que reconocer nuestro pecado ante Dios y reconciliar con las personas que nos han herido y quienes nosotros hemos herido. A veces eso es decir a la persona: “Te perdonó por lo que me hiciste y no tengo odio en mi corazón y he decidido seguir adelante”. Eso es buscar las personas que hemos herido ir pedirles perdón de corazón. Haga las cosas mientras las personas están con vida. No esperes que alguien se muera para llorar sobre su ataúd.    

Decide Sonreír y Amar
Seguir adelante es una decisión. Déjate sonreír. Decide amar. Busque lo bueno de la vida y date cuenta que hay mucho para vivir. Demuestre tu amor a los demás. Ayude al que necesite. De un abrazo. Vive una vida de propósito. La restauración se ve en nuestras vidas porque nos lleva a ser una bendición a las vidas que están a nuestro alrededor. Nuestras obras van a demostrar que Jesús ha hecho una restauración en nuestras vidas y que verdaderamente tenemos una relación con Dios.

Tenemos un Salvador que nos comprende
Hay esperanza hoy. El camino de restauración esta abierto para nosotros. Aun si pensamos que nadie puede entendernos ni puede ayudarnos, hay uno que si nos comprende y su nombre es Jesús. El profeta Isaías escribe describiendo a nuestro Salvador.

“Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:2-7). 
Si hay alguien que nos puede comprender es Jesús. Él conoce el dolor. Él conoce el sufrimiento. Él fue despreciado y desechado entre los hombres, menospreciado, varón de dolores y experimentado en quebranto. Jesús sabe donde estas. Él tiene compasión de ti.

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16).
¡Él llevó nuestras enfermedades en esa cruz, sufrió nuestros dolores, fue herido por nuestras rebeliones y en Su llaga somos nosotros curados! Alguien necesita acercarse hoy a la cruz y recibir la restauración de su alma. Hay perdón para ti. Hay libertad. Hay un camino marcado por la sangre de Jesús para restaurar tu alma.

5)      La cruz nos da comunión con Dios.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:17-19).

La cruz nos restaura para que podemos tener comunión con Dios. Esa barrera, la separación ente nosotros y Dios, Él quiere derrumbar. Tú puedes tener una relación con Dios. Dios quiere volver a restaurarnos para que podemos caminar con Él como Él caminaba con Adán el Edén. Si estas en Cristo eres una nueva criatura. Las cosas viejas pasaron, todas son hechas nuevas. Acércate hoy al trono de la gracia. Ponte al pie de la cruz y deje que Su sangre te cubra. Es allí el lugar donde se restaura tu alma.   

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Los Momentos Críticos nos Definen

Entonces dijo Mardoqueo que respondiesen a Ester: No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino? Y Ester dijo que respondiesen a Mardoqueo: Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca. (Ester 4:13-16)

Los momentos críticos nos definen. Podemos ver esto en  la vida de Ester, una reina joven desconocida quien por aparentes circunstancias improbables se encontró en una posición de privilegio. Su pueblo se iba a destruir. Si ella confiaba solo en su posición y tenía una actitud de indiferencia de no querer comprometerse ella también iba ser destruida. Ella decidió hacerlo lo difícil y aun estaba dispuesta arriesgar su vida para interceder por su pueblo. Los momentos críticos saco a luz la gran valentía de Ester. Ella era una gran mujer y líder y eso se vio cuando ella enfrentó el momento y la decisión más difícil en su vida.  

Cuando enfrentamos momentos críticos en nuestra vida tenemos tres reacciones: Podemos levantarnos y demostrar la fuerza interior que esta en nuestro corazón o podemos esconder o correr de la responsabilidad que el momento crítico nos presenta o podemos ignorarlo como si fuera que no existe. Son los valientes que se levantan en medio de las situaciones adversas y se levantan mientras otros se esconden o tratan de ignorarlas.  Winston Churchill observó: “En toda época llega el momento en el cual un líder debe salir a la delantera a enfrentar las necesidades de la hora. Por lo tanto, no existe líder en potencia que no tenga la oportunidad de hacer una diferencia positiva para la sociedad. Trágicamente, hay veces en las cuales el líder no se levanta en su hora”.  Si queremos levantarnos cuando toda las cosas están bien es posible que nunca vamos a levantarnos.

Los momentos definitivos o críticos son importantes por los siguientes razones1:

1)      Los momentos definitivos nos muestran quienes somos en realidad

Los momentos críticos no son cosas que planeamos, son cosas que vienen sin aviso. Esto puede ser enfrentar un fracaso personal, adoptar una posición clara sobre un asunto, experimentar el sufrimiento, o tomar decisiones poco placenteras. Hay momentos en nuestras vidas, familias, ministerio o trabajo que alguien tiene que levantarse para enfrentar situaciones difíciles y tomar decisiones difíciles. Eso realmente va a demostrar quienes somos por la manera en que reaccionamos. 

2)      Los momentos definitivos declaran a los demás quienes somos

Cuando las cosas van bien o cuando todo va en una rutina normal podemos escondernos atrás una masacra y esconder realmente quienes somos. En los momentos críticos no podemos hacer eso. Los momentos críticos resultan lo que somos. Los líderes verdaderos, los hombres y mujeres de valor, se levantan en momentos definitivos y los demás se quedan atrás. Si manejamos correctamente un momento definitivo podemos fortalecer las vidas de las personas que nos rodea y ganar su confianza. Si lo manejamos mal, estamos apeligrando la perdida de la confianza en nuestro liderazgo y podemos inclusive destruirlo.

3)      Los momentos definitivos determinan en quien nos convertiremos

 Nunca vamos a ser iguales después de un momento crítico en nuestras vidas. Estos son los momentos que nos definen. Son momentos que presentan cambios, desafíos y también nuevas alternativas. ¿Cuántas personas tenían tanto potencial y futuro se quedaron al costado porque no reaccionaron correctamente en momentos críticos? En vez de ser fuertes y tomar decisiones correctas decidieron tirar la toalla o autodestruirse. Hoy necesitamos más personas como Ester que se levantan al desafío cuando llegan los momentos críticos a nuestras vidas, familias, ministerios y trabajos. Son las decisiones que tomamos en esos momentos que van a determinar en quien nos convertiremos.     

Preguntas para pensar:

1)      ¿Cuál es tu historial en momentos definitivos?
2)      ¿Cómo estas manejando tus decisiones?
3)      ¿Estas preparado para los momentos definitivos del futuro?
 
Nota
1Los siguientes puntos fueron sacados del libro: Liderazgo, Principios de Oro, pg. 24-26, John Maxwell, Grupo Nelson,

domingo, 9 de diciembre de 2012

La Unción Pudrirá el Yugo

Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción. (Isaías 10:27)

El aceite de la unción
El aceite de la unción es de gran valor en la Palabra de Dios. Dios dijo a Moisés: “Tomarás especias finas…y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa… Así los consagrarás, y serán cosas santísimas; todo lo que tocare en ellos, será santificado… Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Este será mi aceite de la santa unción por vuestras generaciones. Sobre carne de hombre no será derramado, ni haréis otro semejante, conforme a su composición; santo es, y por santo lo tendréis vosotros. (Éxodo 30:23-25, 29, 31-32). Con el aceite de la unción se ungía el tabernáculo, los muebles y los utensilios del tabernáculo y con el aceite de la unción se consagraban a los sacerdotes. Todo lo que tocaba el aceite era santificado.

El aceite de la unción es tan único y especial porque representa la presencia misma de Dios. La unción representa no solo la emoción o efecto de sentir la presencia de Dios sino representa la santidad misma de Dios.

El Apóstol Pedro escribió: “…no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:14-16). Cuando el la unción nos toca nos santifica. Hay muchos que no entienden el concepto de la unción. Muchos piensan que la unción es solo sentir la presencia de Dios. La unción es lo que marca la diferencia. Es lo que marca entre lo santo y lo profano. 
La unción es más que una emoción, es más que un sentimiento, es el Espíritu de Dios purificando y santificando nuestra vida. La unción es lo que nos consagra a Dios. En esta hora necesitamos más que una canción, más que un culto, necesitamos más que un lindo sentimiento, necesitamos más que sentir piel de gallina. Necesitamos un movimiento profundo de la purificación y santidad de Dios. Cuando la verdadera unción viene hay algo que sucede. Es la unción que rompe el yugo del enemigo. La unción cambia las cosas.

Moisés explico la diferencia de los que eran ungidos por la unción: “Y el sumo sacerdote entre sus hermanos, sobre cuya cabeza fue derramado el aceite de la unción, y que fue consagrado para llevar las vestiduras…” tenía que vivir en santidad y ser sin defecto “porque la consagración por el aceite de la unción de su Dios está sobre él” (Levítico 21:10-12). Hay algo diferente que sucede cuando la unción se derrama sobre ti. No podemos permanecer igual cuando la presencia de Dios nos purifica y nos santifica. Hay cosas que no hacemos más no porque somos obligados sino porque la unción esta sobre nosotros.
El ungimiento de David

Dios preparó un joven pastor de ovejas de su padre Isaí escondido en los campos, cantando a sus salmos a las ovejas. Samuel se fue para ungir un rey. Él no se imaginó que iba ser un joven que nadie tenía en cuenta. En Salmos 89 dice: “Hallé a David mi siervo; lo ungí con mi santa unción. Mi mano estará siempre con él, mi brazo también lo fortalecerá” (Salmos 89:20-21).
Después de haber pasado por Samuel los ocho hermanos de David: “Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es. Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David…” (1 Samuel 16:12-13).

Algo paso ese día que marco la vida de David para siempre, el aceite de la unción se derramó sobre él. David fue consagrado como rey aun siendo él era un joven de 17 años de edad. El Espíritu de Dios vino sobre David. Dios le ungió ese día para ser un rey guerrero.
Dios ungió a uno que destruyó a sus enemigos y conquistó el territorio que pertenecía al pueblo de Dios. Porque hay algo que sucede cuando Dios te unge. Hay algo que pasa cuando el Espíritu de Dios viene sobre ti. El enemigo reconoce cuando la unción esta sobre tu vida. La unción destruye el yugo. Declaró que alguien va salir diferente de este culto. No solo vas a sentir la presencia de Dios pero hoy Dios te va a dar autoridad espiritual. Dios va romper yugos espirituales que han atado su vida.  Vas a recuperar lo que es tuyo, vas a tomar territorio que Dios te ha prometido.  

El ungimiento de Jehú

Dios ordenó a un joven profeta para ungir a Jehú como rey de Israel. “Fue, pues, el joven, el profeta, a Ramot de Galaad… Y él se levantó, y entró en casa; y el otro derramó el aceite sobre su cabeza, y le dijo: Así dijo Jehová Dios de Israel: Yo te he ungido por rey sobre Israel, pueblo de Jehová. Herirás la casa de Acab tu señor, para que yo vengue la sangre de mis siervos los profetas, y la sangre de todos los siervos de Jehová, de la mano de Jezabel. Y perecerá toda la casa de Acab, y destruiré de Acab todo varón, así al siervo como al libre en Israel.” (2 Reyes 9:4, 6-8).
Dios levantó a Jehú para destruir la casa de Acab y Jezabel. Acab había desviado el pueblo de Israel para seguir a Baal y otros dioses y había llegado la hora terminar con la idolatría y el pecado. La unción destruye el pecado y la idolatría. Acab y Jezabel representa el pecado y el espíritu de este mundo. La unción que estaba sobre Jehú era la santidad y la pureza de Dios. Dios desea que le sirvamos solo a Él. Jehú destruyó el culto a Baal. Hoy Dios quiere destruir el yugo del enemigo.  

La unción pudrirá el yugo del enemigo
El Apóstol Juan dijo: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo… Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas” (1 Juan 2:18-20). Hay un espíritu del anticristo que desea desviar nuestra atención en este tiempo. Hay un espíritu que desea que estemos atados espiritualmente. Pero nosotros tenemos la unción. Y la unción pudre el yugo del enemigo. El espíritu de este mundo es un espíritu que engaña. Las personas piensan que están siguiendo bien, piensan que están siguiendo lo correcto pero no se dan cuenta que están en un yugo espiritual.

“Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Juan 2:27). Cuando la unción viene sobre ti Dios mismo va hablarte. Tu mismo a través del Espíritu Santo de vas a dar cuenta de lo que es lo correcto por que la unción de Dios esta sobre ti.
Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción” (Isaías 10:27). El yugo es una yunta de madera que se les pone a los bueyes para arar la tierra o para llevar cargas pesadas. El yugo es el símbolo de la esclavitud, es el símbolo del pecado, es el símbolo de estar atado espiritualmente.

Algunos han estado atados por el enemigo. Los bueyes cuando son jóvenes a la edad de 3 o 4 años se les comienza a entrenar para llevar el yugo. El diablo sabe si él puede entrenarnos siendo joven que la esclavitud es algo normal, que es por lo cual estamos acostumbrados que él pueda hacernos permanecer bajo el yugo.
Hay personas que hace mucho tiempo están bajo un yugo espiritual. Hay algunos que hace tanto tiempo que han estado bajo el yugo del enemigo que ni siquiera intentan ser libres. Hay algunos que pasaron por experiencias dolorosas, hay otros han que experimentado abusos en sus vidas y piensan que no pueden ser libres. Hay personas que están tratando con pecados que han intentado con sus propias fuerzas vencer y no han podido. Es la unción que destruye el yugo. Hoy Dios quiere darte libertad.   

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:14-15). Hay algunos que han dejado que de a poco una pequeña raíz de amargura comience a crecer en su corazón hasta que hoy en día se ha convertido en un árbol. Algunos han aprendido vivir con su dolor tanto tiempo que para ellos a llegado a ser algo normal. Pero yo he venido para confrontar al diablo y declarar que el día ha llegado para que el yugo se rompe…porque el la unción pudrirá el yugo.
Aqui la palabra “pudrirá” significa anudar apretadamente o destruir. Es como como agarrar una cuerda y hacer un nudo y apretarle hasta que se rompe. La unción del Espíritu Santo hoy va a atar el yugo de Satanás y lo va a destruir. La presión de la presencia de Dios va a apretar en contra el yugo hasta que se rompe. Declaró en el nombre de Jesús que algo va a romper. El pecado va ser destruido. El pasado va ser perdonado. Tu vida, tu dolor va ser sanado. Tú vas a ser libre. Porque ha venido la unción.    

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1-2). Algunos han traído grandes pesos que le esta impidiendo servir a Dios, el momento ha llegado. Es tiempo de poner nuestra mirado en Jesús. Él es el ungido. La cruz rompió el yugo de pecado. Él llevo nuestro dolor en la cruz. La unción destruye el yugo.
El Profeta Isaías pregunta: “¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?” (Isaías 58:5-6). Lo que necesitamos no es simplemente un poco de religión. Necesitamos que la unción pueda desatar las ligaduras del pecado, soltar las cargas de opresión, dejar libres a los quebrantados, romper todo yugo del enemigo. Nosotros no queremos ser iguales. Necesitamos que Él Santo pueda entrar aquí y romper el yugo.  

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sigue Aprendiendo para Seguir Creciendo

Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios. (Colosenses 1:9-10)

El Profeta Oseas dijo: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Oseas 4:6). Nuestro crecimiento es determinado por nuestro conocimiento y lo que hacemos para ponerlo en practica. Hay muchos que se conforman que el conocimiento que ellos han llegado a alcanzar y por ese motivo son destinados a permanecer el mismo nivel que ellos están, sea espiritual, personal o de liderazgo.

La realidad es que todos necesitamos crecer. Todos necesitamos un desafío, metas y una pasión para ser más que fuimos ayer. El día que perdemos el deseo para de crecer es el día que nos estancamos y comenzamos un giro en la dirección opuesta.

 Hay personas que tienen la actitud de saberlo todo. Nuestro orgullo muchas veces impide nuestro crecimiento. Tenemos que saber que de todas las personas podemos aprender algo. Aun las personas que están bajo nuestro liderazgo tienen algo que puede enseñarnos. A veces las personas que nos rodean ven cosas que nosotros no podemos ver y hacemos bien en mantener un espíritu humilde y aprender a escuchar a los demás.

 Necesitamos esforzarnos de aprender mas de otros, leer libros, y examinar a nosotros mismos para ver realmente estamos creciendo. Necesitamos tener un plan de crecimiento personal.  Nadie crece ni progresa por accidente. Si crecemos es porque hemos sido intencionales en nuestra búsqueda para mejorar.

¿Como podemos crecer?1

1)      Invierta en si mismo primero

Las personas que siguen solo pueden crecer hasta donde ha crecido el líder. En la familia los niños mejoran si mejoran los padres. En un trabajo los empleados mejorar si mejoran el supervisor. Parece para algunos algo egoísta invertir en uno mismo en vez de los demás, pero la realidad es que la persona que invierte a si mismo va a tener la capacidad de ayudar a los demás. Él que no invierte en su mismo va a quedarse en un nivel mientras él que invierte en si mismo tiene la capacidad de llevar a los que están alrededor de él a otro nivel.  

2)      Sea un líder continuo
 
A veces cuando un disfruta un poco de éxito tiene la tendencia de aflojar. Cuando perdemos de deseo crecer tenemos el peligro de permanecer siempre en el mismo lugar. Nunca tenemos que pensar que “hemos llegado” o que sabemos todo porque si pensamos eso hemos dejado de crecer.

Tenemos que decidir ser personas que desean crecer continuamente. Nunca debe terminar nuestro aprendizaje para mejorar ni nuestro deseo de crecer más. Una de las cosas que marca la diferencia en nuestra vida es la pasión que uno siente al tener nuevos desafíos y el deseo de aprender y lograr más. ¿Qué clase de actitud tenemos en cuanto al aprendizaje?  Las personas están en estas tres zonas:

                La zona de desafíos: “Intento hacer lo que no he hecho antes”.
                La zona de comodidad: “Hago lo que sé hacer”
                La zona de inercia: “Ni siquiera hago lo que he hecho antes”

Yo quiero desafiar a mi mismo para siempre seguir creciendo y alcanzando nuevos desafíos. Debemos hacer un plan de crecimiento y comenzar a seguirlo.

3)      Cree un entorno de crecimiento para las personas que guía

Hay muchas personas que no tienen deseo para crecer. Inclusive hay muchos que tampoco quieren que otros crezca y tratan de derribar a cualquier persona que desea ser diferente. Algunos están satisfechos de siempre hacer lo mismo y no buscan nuevas soluciones. ¿Cómo podemos crear un entorno de crecimiento? Debemos entre otras cosas sentirnos desafiados, enfocarnos en lo que esta adelante, ir más allá de la zona de nuestra comodidad, tener entusiasmo, no tener miedo al fracaso, desear el cambio. Debemos ser el ejemplo en demostrar estas actitudes y enseñarlos a los demás.

Preguntas para pensar:

1)      ¿Piensas que ya has “llegado”?
2)      ¿Cuál es su plan?
3)      ¿Esta creando un entorno de crecimiento?

Nota

1Los siguientes puntos fueron sacados del libro: Liderazgo, Principios de Oro, pg. 143-150, John Maxwell, Grupo Nelson, 2007.