domingo, 24 de noviembre de 2013

Cuando Unigmos a Jesús

Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. (Juan 12:1-3)

Según el Diccionario de la Real Academia Española la palabra ungir significa “aplicar a algo aceite… extendiéndola superficialmente”. También significa “signar con óleo sagrado a alguien, para denotar el carácter de su dignidad, o para la recepción de un sacramento o elegir a alguien para un puesto o para un cargo”.  

Cuando hablamos acerca de la unción en la Biblia casi siempre referimos a una transferencia espiritual o una transferencia de autoridad de parte de Dios al hombre. Los sacerdotes, profetas y reyes eran ungidos para desempañar el oficio que se le había concedido por Dios mismo. En el Antiguo Testamento siempre vemos el uso del aceite de la unción para ungir a los sacerdotes y a los reyes.

“Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa… Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes” (Éxodo 30:25, 30).

“Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Este será mi aceite de la santa unción por vuestras generaciones. Sobre carne de hombre no será derramado, ni haréis otro semejante, conforme a su composición; santo es, y por santo lo tendréis vosotros” (Éxodo 30:31-32).

Dios le ordenó a Moisés a ungir a Aarón para consagrarlo para el sacerdocio: “Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás” (Éxodo 29:7).

Note que el aceite de la unción no era cualquier aceite. El aceite de la unción no podía ser copiado. No podía tener otro uso que no sea de ungir el tabernáculo, sus utensilios, y ungir a los sacerdotes.

El aceite de la unción hace referencia a la santidad de Dios. Junto con el aceite de olivo, sus ingredientes, la mirra, el cálamo y la casia son especies raras y costosas, el cual implica que Dios merece lo mejor.

El ser consagrado habla de ser separado para el servicio de Dios, significa ser santificado por Dios. El aceite de la unción simboliza el Espíritu de Dios, el cual nos purifica y nos santifica y nos aparta para Su servicio. Es una transferencia de Dios al hombre.

David fue ungido con la santa unción: “Entonces hablaste en visión a tu santo, Y dijiste: He puesto el socorro sobre uno que es poderoso; He exaltado a un escogido de mi pueblo. Hallé a David mi siervo; Lo ungí con mi santa unción” (Salmos 89:19-20). Esto hace referencia al ungimiento del Mesías para salvar a Su pueblo de su pecado. 

Nosotros al recibir el Espíritu Santo hemos recibido Su unción.  El Apóstol Juan dijo a la Iglesia: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas” (1 Juan 2:20). Es quiere decir que hemos recibido Su Espíritu, hemos sido lavados, santificados, y apartados para Su servicio.

Hubo una transferencia de la santidad de Dios a nosotros. Hubo una transferencia de la autoridad espiritual hacia nosotros. Jesucristo dio todo por nosotros. Así como el aceite de la unción machucada y exprimido así Jesucristo fue golpeado y maltratado para esa unción podría ser derramo sobre nuestras vidas.

Siempre el ungir hace referencia de una transferencia de Dios hacia el hombre, ¿pero será posible que nosotros, los que somos impuros podemos ungir al que es Santo? ¿Será posible que nosotros a quienes el vino para salvar de nuestros pecados, puede ungir al Ungido?

La Biblia habla del ungimiento de Jesucristo por una mujer pecadora y también por María la hermana de Lázaro. En Mateo, Marcos y Juan pone la ubicación en Betania en la casa de un hombre llamado Simón el leproso. Juan identifica a la mujer como la María.  

En Mateo dice que ella vino “con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa” (Mateo 26:7).

Cuando los discípulos criticaron a ella por desperdiciar el perfume…“Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra...Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella. ” (Mateo 26:10, 12-13).

En Mateo y en Marcos dice que María derramó el aceite sobre la cabeza de Jesucristo. Sin embargo en Juan dice que ella ungió sus pies.  En Lucas la biblia dice también que la mujer pecadora “llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume” (Lucas 7:38). Sin embargo Jesús en Mateo y en Marcos Jesús dijo que ella ungió su cuerpo.

Lo que me da a entender es que esta mujer ungió su cabeza con aceite, y ese perfume se derramó sobre él, hasta sus pies. Es frasco de alabastro lleno de nardo era de mucho valor. El nardo puro era un ungüento aromático importado de las montañas de la India. Tenía el valor de hasta 300 jornales diarios de trabajo o un año de trabajo.  María quebró lo más valioso que ella tenía y lo derramo sobre Jesucristo.

Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Dí, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Dí, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama” (Lucas 7:39-47).

Lo que Jesús estaba haciendo entender es que esta mujer estaba devolviendo en adoración de lo que ella había recibido. Nosotros hemos recibido una deuda que no podemos pagar. No hay manera de pagar a Jesucristo por lo que Él ha hecho por nosotros en la cruz. Pero podemos en amor derramar nuestras almas a Él, quien nos dio la vida, nos dio el perdón de pecado, nos ha santificado, nos ha purificado, nos ha tocado con Su santo Unción a los que no merecíamos.

Quiero devolver a Él de lo recibido por Él, porque en mi mismo no tengo nada que ofrecerle. Yo no soy santo en mí mismo, pero hoy quiero derramar mi alma delante de Él. Quiero derramar mi adoración y mis lágrimas y ungir a Jesús.  

Qué triste es invitar al Rey de gloria a tu casa y no darle el reconocimiento que Él merece. Simón, no me diste beso.  Pero ella no para de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Pero ella con perfume ha ungido mis pies.” En muchos servicios podemos pasar por alto, la presencia de aquel que es el más importante de todos, Jesucristo.    

Quiero ungir Su cabeza declarándole el Rey. Quiero ungir sus pies declarándome su que soy Su esclavo. Quiero ungir el cuerpo del Señor en preparación de sepultura. La sepultura es la antesala de la resurrección. El cuerpo tenía que ser preparado después de su muerte.  ...Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura” (Mateo 26:12). Cuando ungimos a Jesucristo como nuestro Rey. Cuando derramamos nuestras vidas a sus pies como sus siervos. Cuando devolvemos a Él lo que Él ha dado a nosotros. Estamos preparando Su resurrección.

Cuando ungimos a Jesús reconocemos quien el Es y quienes somos nosotros. Él es nuestro Rey y nosotros sus siervos. Estamos preparándonos para que Él manifieste Su poder y autoridad.

Hoy quiero ungir a Jesús con mi adoración, mi vida y mi sed. De lo que Él me ha dado, hoy yo le entrego sin reservas.

 

 

 

domingo, 17 de noviembre de 2013

Buscad Primeramente al Reino

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (Mateo 6:31-33)

Un mensaje poderoso y ungido sacudió a Judea. La voz  de Dios se levantó para despertar a un pueblo en estado de sueño espiritual preparándoles para la visitación del Rey de gloria. Juan el Bautista con fervor y sin temor declaró: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). El mensaje de Juan llevo a los pecadores al arrepentimiento sin importar su estatus social o nacionalidad. Desde el soldado romano hasta el religioso y erudito de su tiempo, hasta del Rey Herodes mismo, fueron conmovidos mientras Juan predicaba el arrepentimiento de los pecados y la conversión verdadera a Dios. 

La Biblia dice que desde el momento que Juan fue encarcelado por Herodes Jesucristo comenzó a predicar que el reino de los cielos había llegado (Mateo 4:17). Y desde el momento que Jesucristo comenzó a predicar el Reino había llegado.

1)      El Reino es acompañado con la manifestación de lo sobrenatural.
Como Juan Jesucristo predico al pueblo el mensaje de arrepentimiento, pero en contraste Su mensaje fue acompañado con señales y prodigios. 

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo… y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó” (Mateo 4:23-24). Jesús declaró: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sa2nar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19).
“Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (Mateo 11:2-5). Jesucristo declaró que la manifestación de lo sobrenatural era prueba de quien Él era y era la prueba de que el reino había llegado.

Como la Iglesia de Jesucristo nosotros somos el Reino de Dios en esta tierra.  “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:19). “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas… sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16:17-18).

2)      El Reino está en nosotros
Al nacer de nuevo hemos entrado en el Reino de Dios y el Reino ha entrado en nosotros. Nosotros estamos en el Reino y el Reino está en nosotros. Dios desea reinar en nuestros corazones y vidas. Él quiere ser Rey de nuestras vidas. El desea gobernar nuestros pensamientos y acciones. De eso se trata tener el Espíritu Santo en nuestras vidas.

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1 Corintios 6:19-20). “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). Hemos recibido un “un reino inconmovible” (Hebreos 12:28) y las cosas de esta vida presente y pasajeros de este mundo puede ser removidos pero si estamos en el Reino y Reino está en nosotros seremos inconmovibles.

3)      El Reino no es de este mundo
Jesús declaró a Pilato: “Mi reino no es de este mundo… mi reino no es de aquí… Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo...” (Juan 18:36-37). El Reino de Dios es un reino de espiritual. Jesucristo es el Rey del Reino. Mientras estamos en esta tierra el reina en nuestro corazón. Podemos tener un poco del cielo en esta tierra.

Jesús enseño a sus discípulos orar: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:9-10). ¡Señor venga tu reino a nosotros! ¡Haga tu voluntad en nuestras vidas! ¡Como es en el cielo, así también en el cielo! No hay enfermedad en los cielos. No hay dolor en los cielos. No hay amargura en los cielos. No hay chisme en el cielo. No hay maldad en los cielos. Señor necesitamos que venga tu reino. Manifiesta tu reino.

Muchas veces estamos demasiados aferrados a este mundo. Es como pensamos que vamos a vivir aquí para siempre. No tenemos un concepto de los que es el Reino de Dios. Nos olvidamos de quienes somos nosotros. Nos ponemos cómodos en esta vida. Nuestro enfoque es nuestro propio mundo. Nuestro trabajo. Nuestros estudios. Nuestros problemas. Nuestros deseos. Nuestro dinero. Nuestro futuro. Nuestra casa. Nuestra ropa. Tratamos de ser el rey de nuestra propia vida. Nuestras prioridades es han vuelta a las cosas terrenales y no las celestiales. Hemos perdido nuestro deseo de orar. Hemos perdido nuestra carga por las almas perdidas. Parece que no tenemos tiempo. Nuestro enfoque esta primeramente en esta vida.    

Jesús dijo: "Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?... Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:25, 31-33)

Jesús está diciendo no te preocupes por lo que otros se preocupan. No te preocupes por lo material. No te preocupes porque tú tienes en comparación con otra persona. Eso es lo que hace las personas que no conocen a Dios.  Es tiempo de buscar primeramente el Reino.

 El en libro de Hageo dice: “Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada. Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová. Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos” (Hageo 1:2-11). Se detuvo las bendiciones de Dios sobre el pueblo de Dios porque ellos quitaron su enfoque en las cosas de Dios. Ellos habían abandonado para construcción de la casa de Dios para construir sus propias casas. Eso es lo que está sucediendo mucho hoy en día. Muchos abandonan la edificación la Iglesia, no la estructura física, sino la obra de Dios para enfocarse principalmente en las cosas temporales de este mundo.
“Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado Jehová su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová. Entonces Hageo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice Jehová. Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios” (Hageo 1:12-14). Hoy es tiempo para despertar a los líderes. Es tiempo para despertar al pueblo de Dios para buscar primeramente el Reino de Dios. Hoy hay que hacer un cambio de prioridades. Deje de enfocarse en lo que está enfocando el mundo. Busque a Dios y a Su Reino. Dios ya sabe de lo que tú tienes necesidad.

En Malaquías el pueblo de Dios había perdido la bendición de Dios por no diezmar y ofrenda. Dios le dijo: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10). Fíjate que dice: “Que haya alimento en MI casa”. Muchas veces se cita este pasaje pensando que se refiere a la casa de nosotros, pero Dios está diciendo si hay alimento o provisión en mi casa, yo voy a abrir sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde. Esto yo no simple nos habla del dinero sino nos habla que si nosotros primero damos a Dios. Nuestra vida, nuestro tiempo, nuestras finanzas Dios nos va a bendecir por añadidura.

4)      Acercado el Reino a este mundo
Buscar primeramente el Rieno de Dios no significa que no trabajes. Eso no significa  que no estudies. Eso no significa que no sobresalgas en tu vida. Lo que significa que nuestra prioridad tiene que ser lo espiritual. Nuestra motivación de los que hacemos tiene ser Dios y Su Reino. El Reino de Dios está en nosotros. No se trata de venir una vez a la semana en la Iglesia. Se trata de llevar la Iglesia donde quiera que vayamos. Cuando pisamos el trabajo el Reino de Dios ha llegado a ese lugar Joven cuando pises tu colegio o tu universidad el Reino ha llegado a ese lugar.

Tenemos que estar en Reino y el Reino tiene que estar en nosotros. Cuando comenzamos a poner primero a Dios en nuestras vidas hay algo que cambia. Nuestra vida de oración cambia. Comenzamos a tener una carga por las almas perdidas. Comenzamos a sentir amor por nuestros hermanos. Comenzamos a anhelar la presencia de Dios. Comenzamos a buscar de Dios. Comenzamos a hablar de Dios. El Reino de Dios se acerca a nuestras vidas y nosotros comenzamos a acercar el Reino a este mundo.

Y cuando se manifiesta el Reino lo sobrenatural se manifiesta. Los milagros ocurren. Sanidades ocurren. Vidas son cambiadas. Porque ha llegado el Reino. Yo creo que hay una relación directa con nuestras prioridades y la manifestación de la gloria de Dios. Si a nosotros no le interesamos Su Reino porque estamos trancado por las cosas del mundo, no vemos lo sobrenatural ocurrir a menudo en nuestras vidas.

Es tiempo de buscar primeramente al Reino. Dios quiere manifestarse hoy. “Señor Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10).

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La Mayordomia Cristiana: La Razon que Diezmamos y Ofrendamos


Honra a Jehová con tus bienes, Y con las primicias de todos tus frutos; Y serán llenos tus graneros con abundancia,  Y tus lagares rebosarán de mosto. (Proverbios 3:9-10)

El principio del dar a la obra de Dios es uno de los fundamentos para el crecimiento espiritual en la vida de un cristiano. La mayordomía para el cristiano es el principio que nos enseña que nosotros somos administradores de lo que Dios nos da. 

Dios es el Dueño de Todo

Para entender este principio es primero importante entender que Dios es el dueño de todo. La Biblia dice: “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo,  y los que en él habitan” (Salmo 24:1). Hay que entender que nosotros no somos el dueño de nuestras propias vidas y que todas las posesiones materiales que hemos juntado y el ingreso que recibimos vienen de parte de Dios, no importando cuán mucho o poco sea.  El Señor dijo: “Mía es la plata,  y mío es el oro,  dice Jehová de los ejércitos” (Hageo 2:8). En Santiago 1:17 dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto…”.

Al nacer de nuevo hemos sido comprados por la sangre de Jesucristo. El Apóstol Pablo dijo: “Porque habéis sido comprados por precio;  glorificad,  pues,  a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,  los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20). Ya no somos de nosotros mismos; Jesucristo es el dueño de nuestras vidas. Efesios 1:14 dice que somos: “la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” Jesucristo es nuestro amo y nosotros le servimos a Él. La pregunta que debemos hacer es: ¿quién es mi amo? ¿Soy yo el dueño de mi propia vida o es el Señor? Si el Señor es el dueño de mi vida, Él también tiene que ser el dueño de mis finanzas.

Muchas veces uno piensa que realmente está sirviendo de corazón a Dios pero no ha entregado el control de sus finanzas a Dios. Muchas veces pensamos: “Este es mi casa, mi auto, mi ropa…todo es mío”. Si tenemos esta actitud no estamos reconociendo la soberanía de Dios en nuestras vidas y estamos tomando el control de nuestras propias vidas. Si no permitimos a Dios tener el control de nuestras finanzas realmente Dios no es el Señor de nuestras vidas. Cuando nosotros reconocemos que Dios es el dueño de nuestras vidas y le honramos con los bienes que Él nos ha dado, Dios comienza a bendecirnos por seguir este principio de la Palabra de Dios.

 Somos Mayordomos


domingo, 27 de octubre de 2013

Nuestra Motivación Debe Ser el Amor


“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).

 

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:2)

 

¿Cuál es tu motivación? ¿Qué es lo que motiva tu vida cristiana? ¿Por qué has tomado la decisión de servir a Jesucristo? ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué vienes al culto? ¿Por qué oras? ¿Por qué alabas al Señor? ¿Por qué hablas la Palabra del Señor?  

 

Los escribas preguntaron a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:36-40).

 

Jesús declaró que el primer mandamiento es amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente. Dios desea que nuestros le amemos con todo lo que somos. Amar a Dios nos cambia. Nos da un corazón nuevo. Amar a Dios cambia nuestra mente. Cambia nuestras actitudes. Cambia nuestra forma de ser. Nos da un nuevo carácter. Cualquier otra motivación que nosotros tenemos no tiene validez para la vida del cristiano. Nuestra motivación debe ser el amor.

 

El Apóstol Juan dijo: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. (1 Juan 4:9-10). Esto quiere decir que realmente no podemos amar a Dios completamente por nuestros propios medios.

 

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:8-10).

 

No podemos amar a Dios por solo medio de lo que nosotros somos. Nosotros podemos amar a Dios por medio de la reconciliación de cruz de Jesucristo. En otras palabras yo no amo a Dios simplemente por las cosas que yo hago por Dios. La prueba de mi amor Dios no mi oración, mi ayuno, no es porque evangelizo, no es porque traigo una visita a la Iglesia. La única manera que realmente uno puede amar a Dios es por medio de Él, de Jesucristo.

 

“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

 

Es por es que la ley de Moisés en si era insuficiente. Porque la humanidad en si no tienen la fuerza para cumplir las leyes de Dios. Pero Jesucristo murió por nosotros para que podamos amar a Dios a través de la cruz. El amor consiste que Él nos amó a nosotros dando su vida por nosotros en la cruz.

 

Eso no quiere decir que cristiano verdadero no hace obras para Dios. Si el cristiano hace obras para Dios, pero esas obras simplemente son el fruto del agradecimiento por lo que quien Él es y lo que Él ha hecho por nosotros.  Hemos nacido de nuevo para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Esas obras no son hechas para gloriarnos de quienes somos nosotros pero son para la gloria de Él. Es el producto de lo que Él ha hecho en nuestras vidas. Nuestro objetivo no es demostrar lo bueno que somos o compararnos con los demás pensando que somos mejores que los demás sino vivimos y obramos en agradecimiento por la cruz de Cristo.   

 

La cruz nos motiva. Jesucristo es nuestra motivación. No es nuestro propio ego. No es nuestro propio orgullo. Queremos conformarnos a la imagen de Cristo en nuestras palabras y hechos.

Nuestro amor por Él nos motiva para adorarle. Nuestro amor por Él nos motiva a alabarle. Nuestro amor por Él nos motiva de para trabajar en Su viña. No se trata de nosotros. Se trata de Él.

 

Jesús dijo que amar a nuestro prójimo como nosotros mismo es el segundo mandamiento y es semejante al primero. El segundo mandamiento fluye de del primero. Cuando tenemos el amor de Jesucristo en nuestra vida, ese amor comienza a desbordar a las vidas de las personas que están alrededor de nosotros. Es inevitable, porque hay un cambio interno que sucede. Si nosotros no amamos a los demás es porque en verdad no estamos llenos del amor de Dios.

 

El Apóstol Juan declaró: El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo” (1 Juan 2:9-10). No podemos decir que estamos bien con Dios cuando tenemos algo en nuestro corazón en contra nuestro hermano.

 

Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:6-7). Mientras nos tenemos un amor verdadero para nuestros hermanos y para las almas, tampoco tenemos una comunión sincera con Dios y solo estamos engañando a nosotros mismos.

 

“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:16-18). Dios quiere que nuestro amor no solo sea de Palabras sino de acción. Hay muchos que dicen que tienen amor pero sus acciones demuestran todo lo contrario. Que Dios nos ayude para demostrar el amor con nuestras acciones.

 

Como dice romanos 12:9 que: “El amor sea sin fingimiento…”. Algunos con sus palabras fingen que aman a Dios, que aman las cosas de Dios, que aman la Iglesia de Jesucristo, que aman su hermanos, pero los hechos demuestran todo lo contrario. Nuestra motivación tiene que ser el amor.  Muchos hablan acerca de tener una carga por las almas sin embargo y ellos están viendo todo lo que otros no hacen, pero no ven lo que ellos no están haciendo. Que nuestro amor no sea de palabras. No nos engañemos a nosotros mismos.

Volvamos a la cruz. Esto no se trata de mí. Se trata de Él. Se trata de lo que Él ha hecho por nosotros. Jesús entrego su vida por nosotros y ahora nosotros debemos entregar nuestras vidas a Él y a los demás.  A veces hablamos como si fuera hacemos grandes sacrificios para Dios cuando en realidad no estamos haciendo lo mínimo. Nuestra motivación debe ser el amor. Cuando amamos a Dios no hacemos las cosas por Dios por obligación. No lo hacemos por el pastor. No lo hacemos por la Iglesia. Hay muchas cosas que no hacemos no porque nos obligan. Hay muchas cosas que no decimos no porque no podemos decirlos es por amor. Pensamos en Dios y su obra. Pensamos en  los demás. Pensamos en las almas. Pensamos en nuestros hermanos. No nos motiva nuestro por ego. Lo que nos debe motivar es el amor.

 

Pablo lo dijo de una manera tan elocuente y clara: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta… El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor(1 Corintios 13:1-8, 13).

 

El amor supera todo lo que viene de mí. Supera mis obras. Supera mis talentos. Supera mis dones espirituales. Supera todo lo que yo soy. Porque el amor viene de Dios y nosotros necesitamos Su carácter y Su Espíritu y de esa manera que somos Sus hijos.  “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).

 

Yo no quiere ser solo como un metal que resuena o como el griego dice “hacer ruido”. O un címbalo que retiñe o “chilla”. No quiere ser un cristiano vacío por dentro que solo hace ruido pero no tiene nada, no tiene el amor verdadero en su corazón. No quiero solo emitir chillidos molestos para los demás porque son contradicciones a lo realmente somos. ¿Busco lo mío? ¿Estoy enaltecido? ¿Tengo enojo? ¿Tengo envidia? ¿Tengo envidia? ¿Hago lo indebido? Que Dios nos ayude a tener el verdadero amor de Cristo. La única manera de realmente tener el amor verdadero no es a través de quienes somos nosotros sino es a través de la cruz. Es a través tirarnos a los pies de Su misericordia y pedirle darnos un nuevo corazón.  

 

Jesús dijo: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:9-12).

 

En Juan capítulo 15 Jesús declaró que Él es la vid y nosotros los pámpanos. Él es la fuente. Nosotros somos las ramas y sin Él nada podemos hacer (Juan 15:5). Y luego el declara en el versículo 9 que permanecer en Él es en Su amor. Y si amamos a Él también vamos a guardar Sus mandamientos. Y si hacemos esto su gozo va a estar en nosotros y nuestro gozo va a ser cumplido porque nuestra felicidad plena no está en vivir para nosotros sino vivir para Él. Él es la fuente. No quiero estar desconectado de Él. Cuando amo a Jesús, también amo a los demás. Amo a mis hermanos. Amo a las almas. Porque nuestra motivación debe ser el amor.   

 

Pablo dijo: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:2-8)

 

El amor nos hace crecer espiritualmente. “Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:15).

 

El amor nos lleva a tener humildad, mansedumbre y la paciencia. “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2).

 

El amor nos lleva a hacer sacrificios para Dios. “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:7-8) Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10). Las cosas que eran ganancias para Pablo Él estimo como pérdida, aun como basura por amor a Cristo.

 

El amor nos hace tener una carga por las almas y por nuestros hermanos. “El Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:10). “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Corintios 12:15). Pablo dije que el mismo que estaba dispuesto a soportar todo por amor a los escogidos. Él dijo que está dispuesto a gasto lo suyo aun su propia vidas por amor a las almas.

 

Hebreos 12:2 dice: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. ¿Qué fue lo que hizo que Jesús permaneciera en la cruz? No fue los clavos que están en sus manos y sus pies. Él tenía todos los ángeles del cielo a su disposición. Él siendo Dios manifestado en carne tenía todo poder y autoridad. Pero Él no se aferró a Su deidad. Él se humillo y fue obediente a Su plan. Hay una sola cosa que mantuvo a Jesús en la cruz y eso fue el amor. El amor a una humanidad perdida. Una humanidad pecadora e inmerecida. Una humanidad vacía y necesitada de misericordia. Fue Su amor que el mantuvo en la cruz. Fue por el gozo de ver almas salvadas por sacrificio eterno. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). Nuestra motivación debe ser el amor.

 

domingo, 29 de septiembre de 2013

La Generacion que Busca a Dios


Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. (2 Crónicas 7:14)
En nuestros tiempos no estamos en falta de religión. Cada día más hay más iglesias, más movimientos, más actividades hecho en el nombre de Dios. Lo que necesitamos es Dios mismo. Necesitamos realmente buscar a Dios. Necesitamos ser una generación que busca a Dios.
El Apóstol Pablo advertido: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Timoteo 3:1-5).
Note que Pablo llama a esta generación amadores de los deleites más que de Dios”. Mirando el griego lo que significa es que son amadores del placer más que a Dios. Específicamente esto no significa que ellos no aman a Dios, sino que su amor por el placer es mayor.
Estamos en un tiempo que la tecnología ha hecho que el entretenimiento no solo está en el reproductor de DVD o la televisión, ni siquiera solo en la computadora sino que está en la palma de nuestra mano con los celulares inteligentes. Nuestra sociedad cada día más y más está siendo adicta al entretenimiento y el placer. Estamos tan distraídos y centrados en agradar nuestros deseos momentáneos que se dificulta conectar con Dios.
Muchos aman a Dios, realmente tienen un deseo sincero de servir a Dios, pero están desconectados con Dios. Hay tantas otras cosas que están llamando nuestra atención sea el trabajo, las luchas, el placer, la ambición, los amigos, que aparente que no tienen el tiempo, ni la pasión para ser uno que verdaderamente busca de Dios.
Pablo dijo: “Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Timoteo 3:7). Aparentemente al parecer uno ya sabe todo, pero llega el conocimiento pleno de la verdad, que es una relación transformadora con Jesucristo. Es por eso que Él murió en la cruz. Es por eso que estamos aquí en la Iglesia. Podemos tener la apariencia de piedad, la apariencia externa de ser un cristiano: sabemos lo debemos decir en el momento correcto, sabemos que hacer en el momento correcto, sabemos cómo vestir en el momento correcto pero negamos la “eficacia” (verso 5) o en el griego el “dúnamis” de donde viene la palabra dinamita. Específicamente poder milagroso. Quiere decir podemos tener la apariencia de cristianos pero negamos el poder milagroso de Dios.
Pablo advierte: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3-4). La palabra “sufrirán” aquí significa “soportar” o “aguantar”. La gente no va a aguantar escuchar la verdad de Palabra de Dios. Le va aparecer algo “pesado”. Quieren a buscar predicadores que van decirles lo que ellos quieren escuchar. Ellos quieren seguir en sus propios deseos de la carne. “Volverán” o en el griego “desviaran” para seguir a “cuentos” o mitos. Las personas creen lo que no es verdad porque no quieren escuchar la verdad. Ellos niegan el poder milagroso de Dios.   
Eso sucede cuando tenemos religión sin Dios. Religión sin el mover de la presencia de Dios en nuestras vidas. Religión sin cambio. Religión sin arrepentimiento, sin transformación de nuestra mente y corazón. Religión sin relación con Dios. El mensaje de la cruz nos cambia, porque “es poder de Dios para salvación” (Romanos 1:16). Y cuando paramos de buscar de Dios, el evangelio pierde su poder para nosotros, porque la razón que Jesús murió en la cruz por nuestros pecados, la razón que Dios nos llena con Su Espíritu Santo es para tengamos una relación real y verdadero con Él. Ser un buscador de Dios nos transforma. Cambia nuestro pensamiento y actitud. Somos limpiados en la sangre de Jesucristo. Nuestra búsqueda de Dios nos da un nuevo corazón.
Isaías declaró: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:6-9). Busquemos a Dios. Sus caminos no son nuestros caminos. Sus pensamientos no son nuestros pensamientos. Sus caminos son más altos. Sus pensamientos son más altos. Nuestro problema es que pensamos que Dios se tiene que ponerse de acuerdo y adecuarse con nuestros deseos y pensamientos. Pero no es así. Él es el creador, nuestros la creación. Somos nosotros que tenemos que buscar a Él. Nosotros tenemos que conectarse con Él.
Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera… Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:1-5). Jesús es la vid. Nosotros somos las ramas. Tenemos que permanecer en Él. Nosotros dependemos de Jesús. Él es la fuente de nuestra vida. Necesitamos la savia, que es Su Espíritu para mantenernos con vida. Sin Él nada podemos hacer. Sin estar conectados con Él vamos a secarnos espiritualmente y morir, vamos a estar sin vida, sin dirección espiritual.
Jesús dijo a la mujer samaritana: “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22). Jesús decía hay personas que busca a Dios, sin embargo sin tener una revelación de quien Dios es y hay los que adoran a Dios teniendo esa revelación. Hay los que adora conociendo y otros que adoran sin conocer. Hay personas que no saben lo que están buscando, pero buscan a Dios. Y hay, como los judíos, que conocen de Dios, han sido enseñando de Dios, pero ellos no le buscan.
“Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24). Dios está buscando a alguien que le busca. Alguien que le busca y le adora en espíritu y en verdad. Es necesario adorar en espíritu y verdad. Eso habla de un corazón abierto. Habla de un corazón dispuesto a escuchar la voz de Dios. Habla de un corazón hambriento de la presencia de Dios. Un corazón que no viene con sus razonamientos y pretextos, pero un corazón que es dispuesto a buscar a Dios sin medir las consecuencias. Un alma hambriento para haber la voluntad de Dios. Un alma entregada, sin reservas. Un adorador en espíritu y verdad.
No fue en vano que la Biblia llama a David un hombre conforme al corazón de Dios” aun a pesar de sus fracasos.  Lo que hizo David diferente de los demás fue su pasión por Dios. Pasión en su adoración. Pasión en su alabanza. Pasión para la Casa de Dios. Pasión las cosas de Dios.
David delcaró:
“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Salmos 27:4).
“Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová” (Salmos 27:8).
“Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas, Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos” (Salmos 63:1-4).
Si algo que necesitamos para ser una generación que busca a Dios es renovar nuestra pasión por Dios. Jesús dijo de la Iglesia de Efeso: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Apocalipsis 2:4). Jesucristo dijo de la Iglesia que estaba en Laodicea: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad...” (Apocalipsis 3:15-17). Tenemos que volver al primer amor. No tenemos que estar tibios sin buscar a Dios, sin tener una pasión y deseo de servir a Dios. Es tiempo que el fuego pueda arder en nuestro corazón otra vez.
En el versículo veinte Jesús revela lo que necesitamos. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”(Apocalipsis 3:20). Jesús está a la puerta de nuestro corazón y busca tener una relación con nosotros. Mientras nosotros decimos que no necesitamos, que hay tenemos todos, que ya sabemos todo… Él está a la puerta y quiere entrar en nuestras vidas.
Otro atributo que tenía David era su disposición de humillarse delante de Dios y buscar a Dios. Hay muchos que no pueden conectarse con Dios porque el orgullo le impide. Les resulta difícil buscar a Dios porque no quieren humillarse delante de Dios.  
David declaro: Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:16-17).
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14). Es tiempo para ser una generación que busca de corazón a DEntonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová… ” (Jeremías 29:12-14). Dios va a escuchar. Él va a sanar nuestra tierra. Él va restaurar. Entraremos en Su presencia.
Quiero ser la generación que busca a Dios. Quiero ser la generación que se entrega de corazón delante de Dios. No quiero tener una religión vacía sin tener una relación autentica con El. Quiero ver los cielos tocar la tierra. Quiero a Él. Quiero ser de una generación entregada a Dios. Apasionado por El. Una generación a adora a Dios de corazón, que alaba a Dios de una manera sincera, que ora de una manera diferente. No un show. Quiero ser de una generación que tiene una pasión por Dios. Una generación lavada por Su sangre, cambiada por Su poder. Quiero ser esa generación: la generación que busca a Dios.
“¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, Y justicia del Dios de salvación. Tal es la generación de los que le buscan, De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob” (Salmos 24:3-6).

domingo, 1 de septiembre de 2013

El Todopoderoso en Cristo


Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. (Isaías 9:6)

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (2 Co: rintios 5:18-19)

“Jesús… preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos,  Juan el Bautista;  otros,  Elías;  y otros,  Jeremías,  o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros,  ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro,  dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres,  Simón,  hijo de Jonás,  porque no te lo reveló carne ni sangre,  sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo,  que tú eres Pedro,  y sobre esta roca edificaré mi iglesia;  y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:13-18)

El mundo se consternaba con la pregunta de quién era Jesús. Hasta el día de hoy multitudes de personas no han comprendido la identidad de Jesucristo. Hoy sigue el debate si era un profeta, si era un buen maestro moral. ¿Quién es Jesús?

Pero Pedro bajo la revelación divina entendió que Jesús es el Hijo de Dios viviente, Dios manifestado en carne. La Iglesia del Señor Jesucristo está edificada sobre la roca de la revelación de quien Él es. Él es el Dios manifestado en carne. Él es Emanuel Dios con nosotros. Él es el primero y el último. Él es el Alfa y Omega. Él es el gran Yo soy. El Hijo de Dios y el Padre Eterno. El cordero y el León. El hombre perfecto sin pecado y el Rey soberano.

Jesús es aquel profetizado por los profetas en el Antiguo Testamento. La Biblia dice: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo… siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:1-3). La Biblia dice que Jesús es “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15; II Corintios 4:4). En otras palabras aunque Dios es un Dios invisible y eterno y no podemos ver a su Espíritu, Jesucristo, el hombre, es la manifestación visible del Dios invisible.

Las palabras de Abraham se cumplió proféticamente en el hombre Jesucristo: “Dios se proveerá de cordero” (Génesis 22:8). Hebreos 10:5 dice: “Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo”. El Dios Todopoderoso preparó un cuerpo para venir a ser el hombre perfecto para cumplir su propósito que Él diseño antes de la fundación del mundo.

“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Las escrituras: el Antiguo Testamento, la ley y los profetas dieron testimonio de la identidad de Jesucristo.

Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. (Isaías 7:14)

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:21-23).

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Ese niño que nació en un humilde pesebre era un Dios Todopoderoso manifestado en carne.

Él es Admirable. Manoa, el padre de Sansón, preguntó al ángel de Jehová cuál era su nombre y Dios le respondió: “¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?” (Jueces 13:18). Jesús es Consejero. Él mismo Espíritu que estaba en Jesucristo es Él mismo Espíritu.

No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno(Isaías 44:8). Jesús es Dios Fuerte. No hay otro sino Él.

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Jesús es el Padre Eterno, porque el Espíritu está en Él es el Espíritu eterno. Él es el Príncipe de Paz.

Jesús no es otro Dios. Jesús es el Dios del Nuevo Testamento y del Antiguo Testamento porque Dios siendo el Espíritu Eterno se manifestó en la carne con el propósito de redimir al hombre que Él había creado de su pecado muriendo en la cruz de Calvario. 

I Timoteo 3:16 dice: “Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”.

La Biblia dice: “Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (II Corintios 5:19). Juan 1:18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.

Jesús dijo: “Yo soy el camino,  y la verdad,  y la vida;  nadie viene al Padre,  sino por mí. Si me conocieseis,  también a mi Padre conoceríais;  y desde ahora le conocéis,  y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor,  muéstranos el Padre,  y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros,  y no me has conocido,  Felipe?  Él que me ha visto a mí,  ha visto al Padre;  ¿cómo,  pues,  dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre,  y el Padre en mí?  Las palabras que yo os hablo,  no las hablo por mi propia cuenta,  sino que el Padre que mora en mí,  él hace las obras” (Juan 14:6-10).

En los versos anteriores vemos que Jesús es el Dios Padre manifestado en carne. Si hemos visto a Él hemos visto al Padre.  El Padre, que es el Espíritu Divino está el Hijo, que es la humanidad del Jesucristo, y el Hijo está en el Padre. El Padre, que es el Espíritu, mora en el Hijo. Jesús no es el Dios Hijo manifestado en carne, Él es el Dios Padre manifestado en carne.

“Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios” (Isaías 44:6).

“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8).

La Iglesia esta edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas,  siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20). Jesucristo es la piedra principal. Él es lo central y más lo importante de esta Iglesia y de la Biblia entera.  “Y él es antes de todas las cosas,  y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia,  él que es el principio,  el primogénito de entre los muertos,  para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:17-18).

Tenemos el gran privilegio de conocer que Dios es uno y uno su nombre. Y ese nombre es Jesús. “Y en ningún otro hay salvación;  porque no hay otro nombre bajo el cielo,  dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). El nombre de Jesús tiene todo poder y autoridad en los cielos y la tierra. Y nosotros hemos recibidos esa revelación y conocemos ese “nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos,  y en la tierra,  y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor…” (Filipenses 2:9-11).

Y Jesús dijo: “Y sobre esta roca edificaré mi iglesia;  y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18). Sobre este esta gran revelación y misterio esta edificada Su Iglesia. Y las puertas del infierno no podrán prevalecer a la Iglesia. Si esta Iglesia está siendo dirigida por el poder y la autoridad de ese nombre tiene la victoria en su mano. El enemigo no podrá en contra una Iglesia que esta envestido del poder del Espíritu Santo y la autoridad del nombre de Jesús. No hay otro nombre en que podemos ser salvos. No hay otro nombre en los cielos, la tierra, y en el infierno que es igual al nombre de Jesús. 

La Biblia dice: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” (Colosenses 3:17). Porque es tan importante el nombre de Jesús todo debe ser hecho en su nombre. 

Es por eso que somos bautizados en el nombre de Jesús porque entendemos que el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es el nombre de Jesús.  Mat 28:19 dice: “Por tanto,  id,  y haced discípulos a todas las naciones,  bautizándolos en el nombre del Padre,  y del Hijo,  y del Espíritu Santo”.

Jesús declaro: “Yo he venido en nombre de mi Padre.” (Juan 5:43) Hebreos 1:4 dice que Jesús fue “hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”.  Jesús vino al mundo en el nombre de Su Padre y ese nombre el heredó de Su Padre. Por eso podemos decir que el nombre del Padre es Jesús porque Jesús vino a revelar el nombre de Dios y el hombre Jesucristo heredó el nombre de Dios. 

Jesús declaró que Él había manifestado y dado a conocer el nombre del Padre: “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste” (Juan 17:6). “Y les he dado a conocer tu nombre,  y lo daré a conocer aún” (Juan 17:26).

Vemos que el nombre del Espíritu Santo es Jesús. Porque el Jesús dijo que el Espíritu Santo sería enviado en Su nombre. “Más el Consolador,  el Espíritu Santo,  a quien el Padre enviará en mi nombre,  él os enseñará todas las cosas,  y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). Efesios 4:4 declara que hay un solo Espíritu y Romanos 8:9 declara: “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo,  no es de él.”  El mismo Espíritu que estaba en Jesús es el Espíritu Santo y Su nombre es Jesús.

Notemos que el uso de la palabra “nombre” en Mateo 28:19 es singular significando que hay un solo nombre para el Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Los títulos Padre, Hijo, y Espíritu Santo no son nombres sino títulos de Dios que describen Su obra redentora y relación con el hombre.  Él es el nuestro Padre en la creación. Él es el Hijo de Dios que murió por nosotros en la cruz y Él es el Espíritu Santo que vino a morar en mi corazón. Hay un solo nombre.

“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:9-10). Toda la Deidad está en Jesucristo. Jesús no es parte de la Deidad, todo de lo que Dios es, está en Jesús y Él es Dios.

El nombre de Jesús es único porque representa la presencia misma de Dios. El nombre de Jesús representa la presencia, el poder, y la obra de Dios. Es por eso que hay autoridad en el nombre de Jesús. 

Cuando pronunciamos el nombre de Jesús en fe, Jesús mismo se hace presente y comienza a obrar. El poder no está en el solo decir el nombre de Jesús sino viene por fe que tenemos en Él y en lo que representa Su nombre demostrando obediencia a la Palabra de Dios. Cuando pronunciamos el nombre de Jesús en fe Su presencia se manifiesta y hace maravillas y suple necesidades.

Hay poder y autoridad en el nombre de Jesús. Lo que tú necesitas puedes pedir en el nombre de Jesús. Hay salvación en el nombre de Jesús. Hay perdón de pecado en el nombre de Jesús. Hay la plenitud de Su Espíritu en Su nombre. Hay sanidad en el nombre de Jesús. Hay liberación en el nombre de Jesús. Hay restauración en el nombre de Jesús. Podemos proclamar el nombre de Jesús y el poder de Dios se manifiesta, enfermedades se sanan y demonios huyen. El nombre de Jesús es el nombre sobre todo nombre. En ningún otro nombre hay salvación.