“Un mandamiento nuevo os doy: Que
os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con
los otros” (Juan 13:34-35).
Puestos los ojos en Jesús, el
autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la
cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos
12:2)
¿Cuál es tu motivación? ¿Qué
es lo que motiva tu vida cristiana? ¿Por qué has tomado la decisión de servir a
Jesucristo? ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué vienes al culto? ¿Por qué oras? ¿Por
qué alabas al Señor? ¿Por qué hablas la Palabra del Señor?
Los escribas preguntaron a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento
en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:36-40).
Jesús declaró que el primer mandamiento es amar a Dios con todo nuestro
corazón, alma y mente. Dios desea que nuestros le amemos con todo lo que somos.
Amar a Dios nos cambia. Nos da un corazón nuevo. Amar a Dios cambia nuestra
mente. Cambia nuestras actitudes. Cambia nuestra forma de ser. Nos da un nuevo
carácter. Cualquier otra motivación que nosotros tenemos no tiene validez para
la vida del cristiano. Nuestra motivación debe ser el amor.
El Apóstol Juan dijo: “En esto se mostró el amor de Dios para con
nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por
él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros
pecados”. (1 Juan 4:9-10). Esto quiere decir que realmente no podemos amar a
Dios completamente por nuestros propios medios.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:8-10).
No podemos amar a Dios por solo medio de lo que nosotros somos. Nosotros
podemos amar a Dios por medio de la reconciliación de cruz de Jesucristo. En
otras palabras yo no amo a Dios simplemente por las cosas que yo hago por Dios.
La prueba de mi amor Dios no mi oración, mi ayuno, no es porque evangelizo, no
es porque traigo una visita a la Iglesia. La única manera que realmente uno
puede amar a Dios es por medio de Él, de Jesucristo.
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad,
y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Es por es que la ley de Moisés en si era insuficiente. Porque la
humanidad en si no tienen la fuerza para cumplir las leyes de Dios. Pero Jesucristo
murió por nosotros para que podamos amar a Dios a través de la cruz. El amor
consiste que Él nos amó a nosotros dando su vida por nosotros en la cruz.
Eso no quiere decir que cristiano verdadero no hace obras para Dios. Si
el cristiano hace obras para Dios, pero esas obras simplemente son el fruto del
agradecimiento por lo que quien Él es y lo que Él ha hecho por nosotros. Hemos nacido de nuevo “para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas”. Esas obras no son hechas para gloriarnos de quienes somos nosotros pero
son para la gloria de Él. Es el producto de lo que Él ha hecho en nuestras
vidas. Nuestro objetivo no es demostrar lo bueno que somos o compararnos con
los demás pensando que somos mejores que los demás sino vivimos y obramos en
agradecimiento por la cruz de Cristo.
La cruz nos motiva. Jesucristo es nuestra motivación. No es nuestro
propio ego. No es nuestro propio orgullo. Queremos conformarnos a la imagen de
Cristo en nuestras palabras y hechos.
Nuestro amor por Él nos motiva para adorarle. Nuestro amor por Él nos
motiva a alabarle. Nuestro amor por Él nos motiva de para trabajar en Su viña. No
se trata de nosotros. Se trata de Él.
Jesús dijo que amar a nuestro prójimo como nosotros mismo es el segundo
mandamiento y es semejante al primero. El segundo mandamiento fluye de del
primero. Cuando tenemos el amor de Jesucristo en nuestra vida, ese amor
comienza a desbordar a las vidas de las personas que están alrededor de
nosotros. Es inevitable, porque hay un cambio interno que sucede. Si nosotros
no amamos a los demás es porque en verdad no estamos llenos del amor de Dios.
El Apóstol Juan declaró: “El que dice que está en la luz, y aborrece
a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la
luz, y en él no hay tropiezo” (1 Juan 2:9-10). No podemos decir que estamos
bien con Dios cuando tenemos algo en nuestro corazón en contra nuestro hermano.
“Si
decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado” (1 Juan 1:6-7). Mientras nos tenemos un amor verdadero para nuestros
hermanos y para las almas, tampoco tenemos una comunión sincera con Dios y solo
estamos engañando a nosotros mismos.
“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros;
también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que
tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra
él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de
palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:16-18). Dios quiere que
nuestro amor no solo sea de Palabras sino de acción. Hay muchos que dicen que
tienen amor pero sus acciones demuestran todo lo contrario. Que Dios nos ayude
para demostrar el amor con nuestras acciones.
Como dice romanos 12:9 que: “El amor sea sin fingimiento…”. Algunos con sus palabras
fingen que aman a Dios, que aman las cosas de Dios, que aman la Iglesia de
Jesucristo, que aman su hermanos, pero los hechos demuestran todo lo contrario.
Nuestra motivación tiene que ser el amor. Muchos hablan acerca de tener una carga por
las almas sin embargo y ellos están viendo todo lo que otros no hacen, pero no
ven lo que ellos no están haciendo. Que nuestro amor no sea de palabras. No nos
engañemos a nosotros mismos.
Volvamos a la cruz. Esto no se
trata de mí. Se trata de Él. Se trata de lo que Él ha hecho por nosotros. Jesús
entrego su vida por nosotros y ahora nosotros debemos entregar nuestras vidas a
Él y a los demás. A veces hablamos como
si fuera hacemos grandes sacrificios para Dios cuando en realidad no estamos
haciendo lo mínimo. Nuestra motivación debe ser el amor. Cuando amamos a Dios
no hacemos las cosas por Dios por obligación. No lo hacemos por el pastor. No
lo hacemos por la Iglesia. Hay muchas cosas que no hacemos no porque nos
obligan. Hay muchas cosas que no decimos no porque no podemos decirlos es por
amor. Pensamos en Dios y su obra. Pensamos en
los demás. Pensamos en las almas. Pensamos en nuestros hermanos. No nos
motiva nuestro por ego. Lo que nos debe motivar es el amor.
Pablo lo dijo de una manera tan elocuente y clara: “Si yo hablase
lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que
resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los
misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase
los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para
dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo
amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene
envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no
busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas
se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta… El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán
las lenguas, y la ciencia acabará. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el
amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1
Corintios 13:1-8, 13).
El amor supera todo lo que viene de mí. Supera mis obras. Supera mis
talentos. Supera mis dones espirituales. Supera todo lo que yo soy. Porque el
amor viene de Dios y nosotros necesitamos Su carácter y Su Espíritu y de esa
manera que somos Sus hijos. “Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos,
si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).
Yo no quiere ser solo como un metal que resuena o como el griego dice “hacer
ruido”. O un címbalo que retiñe o “chilla”. No quiere ser un cristiano vacío por dentro que
solo hace ruido pero no tiene nada, no tiene el amor verdadero en su corazón. No
quiero solo emitir chillidos molestos para los demás porque son contradicciones
a lo realmente somos. ¿Busco lo mío? ¿Estoy enaltecido? ¿Tengo enojo? ¿Tengo
envidia? ¿Tengo envidia? ¿Hago lo indebido? Que Dios nos ayude a tener el
verdadero amor de Cristo. La única manera de realmente tener el amor verdadero
no es a través de quienes somos nosotros sino es a través de la cruz. Es a través
tirarnos a los pies de Su misericordia y pedirle darnos un nuevo corazón.
Jesús dijo: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado;
permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi
amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su
amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro
gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo
os he amado” (Juan 15:9-12).
En Juan capítulo 15 Jesús declaró que Él es la vid y nosotros
los pámpanos. Él es la fuente. Nosotros somos las ramas y sin Él nada podemos
hacer (Juan 15:5). Y luego el declara en el versículo 9 que permanecer en Él es
en Su amor. Y si amamos a Él también vamos a guardar Sus mandamientos. Y si
hacemos esto su gozo va a estar en nosotros y nuestro gozo va a ser cumplido
porque nuestra felicidad plena no está en vivir para nosotros sino vivir para Él.
Él es la fuente. No quiero estar desconectado de Él. Cuando amo a Jesús, también
amo a los demás. Amo a mis hermanos. Amo a las almas. Porque nuestra motivación
debe ser el amor.
Pablo dijo:
“Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el
mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por
vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como
superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual
también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz” (Filipenses 2:2-8)
El amor nos hace crecer
espiritualmente. “Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en
aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:15).
El amor nos lleva a tener humildad, mansedumbre y la paciencia. “Con toda humildad y mansedumbre,
soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2).
El amor nos lleva a hacer
sacrificios para Dios. “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he
estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las
cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar
a Cristo” (Filipenses 3:7-8) “Por lo cual,
por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2
Corintios 12:10). Las cosas que eran ganancias para Pablo Él estimo como
pérdida, aun como basura por amor a Cristo.
El amor nos hace tener una carga por
las almas y por nuestros hermanos. “El Por tanto, todo lo soporto por amor de
los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo
Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:10). “Y yo con el mayor placer gastaré lo
mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque
amándoos más, sea amado menos” (2 Corintios 12:15). Pablo dije que el mismo que
estaba dispuesto a soportar todo por amor a los escogidos. Él dijo que está
dispuesto a gasto lo suyo aun su propia vidas por amor a las almas.
Hebreos 12:2 dice: “Puestos los ojos
en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de
él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono
de Dios”. ¿Qué fue lo que hizo que Jesús permaneciera en la cruz? No fue los
clavos que están en sus manos y sus pies. Él tenía todos los ángeles del cielo
a su disposición. Él siendo Dios manifestado en carne tenía todo poder y
autoridad. Pero Él no se aferró a Su deidad. Él se humillo y fue obediente a Su
plan. Hay una sola cosa que mantuvo a Jesús en la cruz y eso fue el amor. El
amor a una humanidad perdida. Una humanidad pecadora e inmerecida. Una
humanidad vacía y necesitada de misericordia. Fue Su amor que el mantuvo en la
cruz. Fue por el gozo de ver almas salvadas por sacrificio eterno. “Haya,
pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses
2:5). Nuestra motivación debe ser el amor.
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