Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. (Isaías 9:6)
Y todo esto proviene
de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio
de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo,
no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación. (2 Co: rintios 5:18-19)
“Jesús… preguntó a sus
discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos
dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros,
Elías; y otros, Jeremías,
o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón,
hijo de Jonás, porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre
que está en los cielos. Y yo también te digo,
que tú eres Pedro, y sobre esta
roca edificaré mi iglesia; y las puertas
del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:13-18)
El mundo se consternaba con la
pregunta de quién era Jesús. Hasta el día de hoy multitudes de personas no han
comprendido la identidad de Jesucristo. Hoy sigue el debate si era un profeta,
si era un buen maestro moral. ¿Quién es Jesús?
Pero Pedro bajo la revelación
divina entendió que Jesús es el Hijo de Dios viviente, Dios manifestado en
carne. La Iglesia del Señor Jesucristo está edificada sobre la roca de la
revelación de quien Él es. Él es el Dios manifestado en carne. Él es Emanuel
Dios con nosotros. Él es el primero y el último. Él es el Alfa y Omega. Él es
el gran Yo soy. El Hijo de Dios y el Padre Eterno. El cordero y el León. El
hombre perfecto sin pecado y el Rey soberano.
Jesús es aquel profetizado por
los profetas en el Antiguo Testamento. La Biblia dice: “Dios, habiendo hablado
muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo… siendo el resplandor de su
gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:1-3). La Biblia dice que
Jesús es “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15; II Corintios 4:4). En
otras palabras aunque Dios es un Dios invisible y eterno y no podemos ver a su
Espíritu, Jesucristo, el hombre, es la manifestación visible del Dios
invisible.
Las palabras de Abraham se
cumplió proféticamente en el hombre Jesucristo: “Dios se proveerá de cordero”
(Génesis 22:8). Hebreos 10:5 dice: “Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me
preparaste cuerpo”. El Dios Todopoderoso preparó un cuerpo para venir a ser el
hombre perfecto para cumplir su propósito que Él diseño antes de la fundación
del mundo.
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros
os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan
testimonio de mí” (Juan 5:39). Las escrituras: el Antiguo Testamento, la ley y
los profetas dieron testimonio de la identidad de Jesucristo.
Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He
aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre
Emanuel. (Isaías 7:14)
“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para
que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He
aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que
traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:21-23).
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado,
y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero,
Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Ese niño que
nació en un humilde pesebre era un Dios Todopoderoso manifestado en carne.
Él es Admirable. Manoa, el padre
de Sansón, preguntó al ángel de Jehová cuál era su nombre y Dios le respondió:
“¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?” (Jueces 13:18). Jesús es
Consejero. Él mismo Espíritu que estaba en Jesucristo es Él mismo Espíritu.
“No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice
oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay
Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno” (Isaías 44:8). Jesús es Dios Fuerte. No hay
otro sino Él.
“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar
entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus
salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Jesús
es el Padre Eterno, porque el Espíritu está en Él es el Espíritu eterno. Él es
el Príncipe de Paz.
Jesús no es otro Dios. Jesús es
el Dios del Nuevo Testamento y del Antiguo Testamento porque Dios siendo el
Espíritu Eterno se manifestó en la carne con el propósito de redimir al hombre
que Él había creado de su pecado muriendo en la cruz de Calvario.
I Timoteo 3:16 dice: “Dios fue
manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles,
predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”.
La Biblia dice: “Que Dios estaba
en Cristo reconciliando consigo al mundo” (II Corintios 5:19). Juan 1:18 dice:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre,
él le ha dado a conocer”.
Jesús dijo: “Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por
mí. Si me conocieseis, también a mi
Padre conoceríais; y desde ahora le
conocéis, y le habéis visto. Felipe le
dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo
hace que estoy con vosotros, y no me has
conocido, Felipe? Él que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo,
pues, dices tú: Muéstranos el
Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre,
y el Padre en mí? Las palabras
que yo os hablo, no las hablo por mi
propia cuenta, sino que el Padre que
mora en mí, él hace las obras” (Juan
14:6-10).
En los versos anteriores vemos
que Jesús es el Dios Padre manifestado en carne. Si hemos visto a Él hemos
visto al Padre. El Padre, que es el
Espíritu Divino está el Hijo, que es la humanidad del Jesucristo, y el Hijo
está en el Padre. El Padre, que es el Espíritu, mora en el Hijo. Jesús no es el
Dios Hijo manifestado en carne, Él es el Dios Padre manifestado en carne.
“Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor,
Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí
no hay Dios” (Isaías 44:6).
“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin,
dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”
(Apocalipsis 1:8).
La Iglesia esta edificada “sobre
el fundamento de los apóstoles y profetas,
siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20).
Jesucristo es la piedra principal. Él es lo central y más lo importante de esta
Iglesia y de la Biblia entera. “Y él es
antes de todas las cosas, y todas las
cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses
1:17-18).
Tenemos el gran privilegio de
conocer que Dios es uno y uno su nombre. Y ese nombre es Jesús. “Y en ningún
otro hay salvación; porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). El nombre de Jesús tiene
todo poder y autoridad en los cielos y la tierra. Y nosotros hemos recibidos
esa revelación y conocemos ese “nombre que es sobre todo nombre, para que en el
nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor…” (Filipenses 2:9-11).
Y Jesús dijo: “Y sobre esta roca
edificaré mi iglesia; y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18). Sobre este esta gran revelación
y misterio esta edificada Su Iglesia. Y las puertas del infierno no podrán
prevalecer a la Iglesia. Si esta Iglesia está siendo dirigida por el poder y la
autoridad de ese nombre tiene la victoria en su mano. El enemigo no podrá en
contra una Iglesia que esta envestido del poder del Espíritu Santo y la
autoridad del nombre de Jesús. No hay otro nombre en que podemos ser salvos. No
hay otro nombre en los cielos, la tierra, y en el infierno que es igual al
nombre de Jesús.
La Biblia dice: “Y todo lo que
hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús”
(Colosenses 3:17). Porque es tan importante el nombre de Jesús todo debe ser
hecho en su nombre.
Es por eso que somos bautizados
en el nombre de Jesús porque entendemos que el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, es el nombre de Jesús.
Mat 28:19 dice: “Por tanto,
id, y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Jesús declaro: “Yo he venido en
nombre de mi Padre.” (Juan 5:43) Hebreos 1:4 dice que Jesús fue “hecho tanto
superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”. Jesús vino al mundo en el nombre de Su Padre
y ese nombre el heredó de Su Padre. Por eso podemos decir que el nombre del
Padre es Jesús porque Jesús vino a revelar el nombre de Dios y el hombre Jesucristo
heredó el nombre de Dios.
Jesús declaró que Él había
manifestado y dado a conocer el nombre del Padre: “He manifestado tu nombre a
los hombres que del mundo me diste” (Juan 17:6). “Y les he dado a conocer tu
nombre, y lo daré a conocer aún” (Juan
17:26).
Vemos que el nombre del Espíritu
Santo es Jesús. Porque el Jesús dijo que el Espíritu Santo sería enviado en Su
nombre. “Más el Consolador, el Espíritu
Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”
(Juan 14:26). Efesios 4:4 declara que hay un solo Espíritu y Romanos 8:9
declara: “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.”
El mismo Espíritu que estaba en Jesús es el Espíritu Santo y Su nombre
es Jesús.
Notemos que el uso de la palabra
“nombre” en Mateo 28:19 es singular significando que hay un solo nombre para el
Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Los títulos Padre, Hijo, y Espíritu Santo no son
nombres sino títulos de Dios que describen Su obra redentora y relación con el
hombre. Él es el nuestro Padre en la
creación. Él es el Hijo de Dios que murió por nosotros en la cruz y Él es el
Espíritu Santo que vino a morar en mi corazón. Hay un solo nombre.
“Porque en él habita corporalmente toda la
plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de
todo principado y potestad” (Colosenses 2:9-10). Toda la Deidad está en
Jesucristo. Jesús no es parte de la Deidad, todo de lo que Dios es, está en
Jesús y Él es Dios.
El nombre de Jesús es único
porque representa la presencia misma de Dios. El nombre de Jesús representa la
presencia, el poder, y la obra de Dios. Es por eso que hay autoridad en el
nombre de Jesús.
Cuando pronunciamos el nombre de
Jesús en fe, Jesús mismo se hace presente y comienza a obrar. El poder no está
en el solo decir el nombre de Jesús sino viene por fe que tenemos en Él y en lo
que representa Su nombre demostrando obediencia a la Palabra de Dios. Cuando
pronunciamos el nombre de Jesús en fe Su presencia se manifiesta y hace
maravillas y suple necesidades.
Hay poder y autoridad en el
nombre de Jesús. Lo que tú necesitas puedes pedir en el nombre de Jesús. Hay
salvación en el nombre de Jesús. Hay perdón de pecado en el nombre de Jesús.
Hay la plenitud de Su Espíritu en Su nombre. Hay sanidad en el nombre de Jesús.
Hay liberación en el nombre de Jesús. Hay restauración en el nombre de Jesús.
Podemos proclamar el nombre de Jesús y el poder de Dios se manifiesta,
enfermedades se sanan y demonios huyen. El nombre de Jesús es el nombre sobre
todo nombre. En ningún otro nombre hay salvación.
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