domingo, 24 de noviembre de 2013

Cuando Unigmos a Jesús

Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. (Juan 12:1-3)

Según el Diccionario de la Real Academia Española la palabra ungir significa “aplicar a algo aceite… extendiéndola superficialmente”. También significa “signar con óleo sagrado a alguien, para denotar el carácter de su dignidad, o para la recepción de un sacramento o elegir a alguien para un puesto o para un cargo”.  

Cuando hablamos acerca de la unción en la Biblia casi siempre referimos a una transferencia espiritual o una transferencia de autoridad de parte de Dios al hombre. Los sacerdotes, profetas y reyes eran ungidos para desempañar el oficio que se le había concedido por Dios mismo. En el Antiguo Testamento siempre vemos el uso del aceite de la unción para ungir a los sacerdotes y a los reyes.

“Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa… Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes” (Éxodo 30:25, 30).

“Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Este será mi aceite de la santa unción por vuestras generaciones. Sobre carne de hombre no será derramado, ni haréis otro semejante, conforme a su composición; santo es, y por santo lo tendréis vosotros” (Éxodo 30:31-32).

Dios le ordenó a Moisés a ungir a Aarón para consagrarlo para el sacerdocio: “Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás” (Éxodo 29:7).

Note que el aceite de la unción no era cualquier aceite. El aceite de la unción no podía ser copiado. No podía tener otro uso que no sea de ungir el tabernáculo, sus utensilios, y ungir a los sacerdotes.

El aceite de la unción hace referencia a la santidad de Dios. Junto con el aceite de olivo, sus ingredientes, la mirra, el cálamo y la casia son especies raras y costosas, el cual implica que Dios merece lo mejor.

El ser consagrado habla de ser separado para el servicio de Dios, significa ser santificado por Dios. El aceite de la unción simboliza el Espíritu de Dios, el cual nos purifica y nos santifica y nos aparta para Su servicio. Es una transferencia de Dios al hombre.

David fue ungido con la santa unción: “Entonces hablaste en visión a tu santo, Y dijiste: He puesto el socorro sobre uno que es poderoso; He exaltado a un escogido de mi pueblo. Hallé a David mi siervo; Lo ungí con mi santa unción” (Salmos 89:19-20). Esto hace referencia al ungimiento del Mesías para salvar a Su pueblo de su pecado. 

Nosotros al recibir el Espíritu Santo hemos recibido Su unción.  El Apóstol Juan dijo a la Iglesia: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas” (1 Juan 2:20). Es quiere decir que hemos recibido Su Espíritu, hemos sido lavados, santificados, y apartados para Su servicio.

Hubo una transferencia de la santidad de Dios a nosotros. Hubo una transferencia de la autoridad espiritual hacia nosotros. Jesucristo dio todo por nosotros. Así como el aceite de la unción machucada y exprimido así Jesucristo fue golpeado y maltratado para esa unción podría ser derramo sobre nuestras vidas.

Siempre el ungir hace referencia de una transferencia de Dios hacia el hombre, ¿pero será posible que nosotros, los que somos impuros podemos ungir al que es Santo? ¿Será posible que nosotros a quienes el vino para salvar de nuestros pecados, puede ungir al Ungido?

La Biblia habla del ungimiento de Jesucristo por una mujer pecadora y también por María la hermana de Lázaro. En Mateo, Marcos y Juan pone la ubicación en Betania en la casa de un hombre llamado Simón el leproso. Juan identifica a la mujer como la María.  

En Mateo dice que ella vino “con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa” (Mateo 26:7).

Cuando los discípulos criticaron a ella por desperdiciar el perfume…“Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra...Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella. ” (Mateo 26:10, 12-13).

En Mateo y en Marcos dice que María derramó el aceite sobre la cabeza de Jesucristo. Sin embargo en Juan dice que ella ungió sus pies.  En Lucas la biblia dice también que la mujer pecadora “llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume” (Lucas 7:38). Sin embargo Jesús en Mateo y en Marcos Jesús dijo que ella ungió su cuerpo.

Lo que me da a entender es que esta mujer ungió su cabeza con aceite, y ese perfume se derramó sobre él, hasta sus pies. Es frasco de alabastro lleno de nardo era de mucho valor. El nardo puro era un ungüento aromático importado de las montañas de la India. Tenía el valor de hasta 300 jornales diarios de trabajo o un año de trabajo.  María quebró lo más valioso que ella tenía y lo derramo sobre Jesucristo.

Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Dí, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Dí, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama” (Lucas 7:39-47).

Lo que Jesús estaba haciendo entender es que esta mujer estaba devolviendo en adoración de lo que ella había recibido. Nosotros hemos recibido una deuda que no podemos pagar. No hay manera de pagar a Jesucristo por lo que Él ha hecho por nosotros en la cruz. Pero podemos en amor derramar nuestras almas a Él, quien nos dio la vida, nos dio el perdón de pecado, nos ha santificado, nos ha purificado, nos ha tocado con Su santo Unción a los que no merecíamos.

Quiero devolver a Él de lo recibido por Él, porque en mi mismo no tengo nada que ofrecerle. Yo no soy santo en mí mismo, pero hoy quiero derramar mi alma delante de Él. Quiero derramar mi adoración y mis lágrimas y ungir a Jesús.  

Qué triste es invitar al Rey de gloria a tu casa y no darle el reconocimiento que Él merece. Simón, no me diste beso.  Pero ella no para de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Pero ella con perfume ha ungido mis pies.” En muchos servicios podemos pasar por alto, la presencia de aquel que es el más importante de todos, Jesucristo.    

Quiero ungir Su cabeza declarándole el Rey. Quiero ungir sus pies declarándome su que soy Su esclavo. Quiero ungir el cuerpo del Señor en preparación de sepultura. La sepultura es la antesala de la resurrección. El cuerpo tenía que ser preparado después de su muerte.  ...Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura” (Mateo 26:12). Cuando ungimos a Jesucristo como nuestro Rey. Cuando derramamos nuestras vidas a sus pies como sus siervos. Cuando devolvemos a Él lo que Él ha dado a nosotros. Estamos preparando Su resurrección.

Cuando ungimos a Jesús reconocemos quien el Es y quienes somos nosotros. Él es nuestro Rey y nosotros sus siervos. Estamos preparándonos para que Él manifieste Su poder y autoridad.

Hoy quiero ungir a Jesús con mi adoración, mi vida y mi sed. De lo que Él me ha dado, hoy yo le entrego sin reservas.

 

 

 

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