Estoy maravillado de
que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para
seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os
perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si aún nosotros, o un
ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos
anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si
alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.
Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a
los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.
(Gálatas 1:6-10)
Nuestros inicios comenzaron en el aposento
alto. Somos una Iglesia que nació de las llamas de fuego del Espíritu Santo en
el día de Pentecostés. Desde el día de Pentecostés, el avivamiento que leemos
en libro de los Hechos de los Apóstoles, desde el fuego que cayó en Topeka,
Kansas en 1901, y el avivamiento que arraso La Misión de la Calle Azuza y
alrededor del mundo, hasta el día de hoy, el fuego del Espíritu Santo sigue
cayendo. Millones de personas de diferentes organizaciones y trasfondos
proclaman haber recibido la experiencia del bautismo de Espíritu Santo. Muchos
movimientos proclaman sus raíces ser de origen pentecostal; ¿pero cuantas iglesias
reflejan verdaderamente la experiencia pentecostal?
La pregunta que yo hago en este día es esta: ¿realmente
somos la misma Iglesia hoy en día o hemos alejado de modelo apostólico? ¿Somos
la misma Iglesia que encontramos en el libro de Hechos o no? Estamos viviendo
en un tiempo donde algunos están perdiendo la identidad de nuestras raíces.
El Apóstol Pablo lo dijo así: “También debes
saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá
hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables,
calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores,
impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán
apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2
Timoteo 3:1-5).
Cito del libro El Futuro de Pentecostalismo en Estados Unidos[1]
escrito por dos profesores de la Universidad Vanguard en Estados Unidos
explicando la decaída del movimiento pentecostal en Norteamérica: “La
experiencia del Bautismo del Espíritu ha llegado a ser opcional y no esencial… para
todos los creyentes…Esta reconfiguración… resulta en una aceptación de un punto
de vista de la salvación que es hasta no crítica, y que reduce la salvación a
“una decisión por Cristo”. Esta reducción demasiado fácilmente guía a una
doctrina donde hay nada más que más allá de ese primer paso de aceptación
mental… Esta definición… ha guiado a una salvación en que no hay conversión
verdadera.
Experiencias sobrenaturales son menos y menos
probables para suceder en iglesias Pentecostales…. Han movido la práctica de la
sanidad divina (también eventos de conversión y otras experiencias) afuera del
culto de domingo...
Es raro hoy para escuchar una enseñanza
pastoral sobre el bautismo de Espíritu Santo de pulpitos pentecostales clásicos
y es todavía más raro observar glosolalia (el hablar en lenguas[2])
en reuniones congregacionales… Parece haber una crisis entre muchos pastores
con credenciales con denominaciones pentecostales con la mera esencia de la
doctrina y también con su aplicación a sus congregaciones… No es probable que
pastores pentecostales prediquen sobre el fenómeno espiritual ya que están cada
vez más preocupados los “buscadores” el día domingo...
Lo que hizo el Pentecostalismo
distinto en el Siglo Veinte fue su aceptación de lo sobrenatural en sus
iglesias – un interés que en muchos se ha apagado. En contraste, La cultura… esta
obsesionando con lo sobrenatural, desde Harry Potter desde programas
televisivas y películas sobre lo oculto. En fin, no habrá Pentecostalismo en
los Estados Unidos, por lo menos no en iglesias pentecostales clásicas, si la
expectativa no es reencendida.
(Alrededor de 1950) todos los
pentecostales, sin importar diferencias en doctrina de santidad, practicaban
una separación social substancial… Al llegar en final del siglo, la asimilación
pentecostal de música pop, películas, programas televisivas, y artículos de
revistas los causó a identificar con la cultura popular hasta tal punto que el
Pentecostalismo como un total no podía ser considerado un movimiento de
santidad en ninguna manera en absoluto.
Uno pocas veces escucha como la
intimidad con Cristo puede afectar las elecciones personales concernientes a la
modestia en apariencia, lenguaje, hábitos (adicciones), y materiales de
audio/lectura/visuales… Disciplinas cristianas principales como la oración, el
diezmo, bautismo en agua y participación regular en la asistencia a la iglesia
son mayormente ausentes del discurso de muchas iglesias pentecostales clásicas”.
En una encuesta de pastores
trinitarios pentecostales (de la mima fuente):
·
70% están de acuerdo o fuertemente están de
acuerdo que ha habido una pérdida de dones espirituales.
·
60% dicen que ha habido una pérdida de identidad
pentecostal
·
84% dicen que la iglesia necesita una
revitalización.
El libro
El Movimiento de Santidad: Muerto o Vivo[3]
escrito por Keith Drury profesor de la Universidad Indiana Wesleyan en Estados
Unidos cita ocho razones porque se ha perdido la identidad de santidad: “
1) Queríamos ser respetables
2) Nos hemos tirados en el corriente de
la otras iglesias evangélicas
3) Hemos fracasado en no convencer a la
generación joven
4) Hemos parado de hacer la santidad un
tema principal
5) Hemos perdido obreros laicos
6) Hemos sobre reaccionado sobre abusos
del pasado
7) Hemos adoptado una mentalidad de
crecimiento de iglesia sin pensamiento teológico
8) No hemos notado cuando la línea de
batalla se ha movido
Mucha de nuestra gente no necesita ser
santificados – ¡necesitan ser salvos! La doctrina que está en riesgo en muchas
iglesias de santidad no es la santificación entera sino una “conversión
transformacional”.
Los evangélicos se han acomodado al divorcio.
“Mundanalidad” es poco mencionado, y aun si se menciona es solo en broma. Los
evangélicos ahora se van a las mismas películas que se va el mundo. Alquilan
las mismas películas. Ven los mismos programas de televisión. Evangélicos miran
cosas en la televisión que ellos hubieran llamado “pornografía” hace veinte
años. Familias cristianas se están cayendo de a pedazos… y las iglesias
evangélicas se están llenando de personas que nunca has tenido una experiencia
genuina de conversación transformacional. Ellos se infiltran con el proceso de
asimilación sociológica”.
Cito esto no para decir que eso es donde
estamos ahora mismo, pero para decir que eso es la dirección que podemos ir si
nos aferramos a la doctrina apostólica y es la dirección que algunos están
yendo. En ninguna manera podemos separar nuestra doctrina teológica de la
doctrina de la santidad. El verdadero mover del Espíritu Santo viene no solo
buscando una experiencia emocional sino buscando un arrepentimiento genuino y
la crucifixión de las pasiones y deseos de la carne. El mover poderoso del
viento recio original nace de una búsqueda de un cambio transformacional, es
una búsqueda de la santidad y pureza de Dios. No solo le hace a uno hablar en
otras lenguas sino transforma un corazón pecaminoso a un vida llena de la
presencia de un Dios santo.
Después de haber escuchado acerca de la muerte
Ananías y Safira por haber mentido al Espíritu Santo la Biblia dice: “Y vino
gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas” (Hechos
5:11).
Y luego dice: “Y por la mano de los apóstoles
se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en
el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos;
más el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Señor aumentaban
más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos
a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo
menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas
muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos;
y todos eran sanados” (Hechos 5:12-16).
La Iglesia Primitiva no solo gozaba de la
manifestación de señales y prodigios, sanidades y milagros y crecimiento
numérico pero también había un temor santo asociado con la Iglesia. La iglesia
era movida por una búsqueda de la santidad de Dios. Las personas de afuera
observaban y admiraban esa santidad.
Cuando hoy habló de santidad no estoy hablando
únicamente de la apariencia externa sino del estado espiritual integral del
creyente. Estoy hablando de deseo genuino de ser un verdadero cristiano y tomar
la cruz de Cristo haciendo morir los deseos de la carne para ser más como Él.
Es esa búsqueda de un corazón sincero donde se
enciende el verdadero fuego pentecostal. Es un clamor desesperando para la
presencia de Dios, quitando todo pecado e impedimento que estorba la llenura de
la presencia de Dios.
Si hay algo que necesitamos en nuestros cultos
es esa convicción santa que impulsa a las almas a un altar de arrepentimiento.
La cruz siempre precede el Pentecostés. Donde no hay convicción de pecados
caemos en el error de buscar respuestas emocionales sin un cambio de corazón.
Sin embargo cuando almas están verdaderamente arrepentidas y entregadas, el fuego
verdadero del Espíritu cae sin precedente.
En nuestro deseo de hacer crecer nuestras
iglesias no podemos caer en el error de aguar el mensaje apostólico para que
sea más aceptable a las masas. En fin con el tiempo así como ha pasado en las
iglesias trinitarias así también será con nosotros: pensando que tenemos que
ser más como el mundo para ganar el mundo terminamos siendo el mundo.
Hay una fracción entre la iglesia que está
clamando para dejar a lado las enseñanzas que ellos consideran legalistas y
poco adecuado a nuestros tiempos. Quieren ser una iglesia que está más
actualizada a los tiempos que vivimos y creen que la doctrina apostólica es un
impedimento al crecimiento de la iglesia. Algunos creen que pueden conservar la
doctrina teológica de la Unicidad de Dios y del bautismo en el nombre de Jesús
sin predicar una separación clara entre la iglesia y el mundo. Lamentablemente
cuando los estandartes de la santidad de iglesia comienzan a caer también de a
poco se va apagando el fervor para la doctrina del nombre Jesús porque no hay
una distinción clara entre nosotros y el mundo. Y eso resulta en la una
experiencia que mengue y ataja el mover del Espíritu de Dios.
Hoy en día vemos iglesias que en su afán de
atraer a las masas predican un mensaje de liviandad que pasa por alto el
arrepentimiento verdadero. Muchos no predican más sobre el pecado sino su
mensaje principal se centra en la bendición y prosperidad, los cuales son
productos adicionales, no la esencia del mensaje de Jesucristo. Muchos no
quieren incomodar los visitantes con los el llanto, las personas hablando en
lenguas, personas siendo llenos danzando en el Espíritu. No quieren que sus
cultos no salgan de su programa… y en ese habiente se pierde la libertad del
poder del Espíritu de Dios.
La realidad es que muchos que proclaman ser
Pentecostales esta alejados del verdadero Pentecostés. Han cambiado el
verdadero fuego del Pentecostés por nuestros talentos, nuestra música e
instrumentos, los cuales pueden ser usados para Su gloria pero en fin nunca
pueden reemplazar a la visitación divina del Espíritu de Dios. Si queremos
tener el verdadero fuego del Pentecostés tenemos que volver al Calvario y al
verdadero mensaje apostólico.
Judas dijo: “Amados, por la gran solicitud que tenía de
escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros
exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a
los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde
antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que
convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único
soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 1:3-4).
Pablo dijo: “Estoy maravillado de que tan
pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir
un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban
y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si aún nosotros, o un ángel del
cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea
anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica
diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. Pues, ¿busco ahora el
favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si
todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:6-10).
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el
pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos
muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que
hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de
que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en
la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para
que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”
(Romanos 6:1-6).
“Te encarezco delante de Dios y del Señor
Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su
reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo;
redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá
tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír,
se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de
la verdad el oído y se volverán a las fábulas (2 Timoteo 4:1-4).
Yo creo que en este siglo veintiuno hay una
Iglesia del nombre de Jesucristo que está levantando la antorcha del mensaje
apostólico. Hay una generación que va a “contender ardientemente por la fe una
vez dado a los santos”. No estamos dispuestos a cambiarlo. No estamos dispuestos
a aguarlo. Estamos listos para defenderlo, preservarlo y proclamarlo. Somos una
Iglesia de primer siglo en el siglo veintiuno. Rehusamos ser llevados por el
corriente de este mundo.
Vemos cuando los hijos de Israel cruzaron el
Jordán que Josué dio el mandamiento: “…Pasad delante del arca de Jehová vuestro
Dios a la mitad del Jordán, y cada uno de vosotros tome una piedra sobre su
hombro, conforme al número de las tribus
de los hijos de Israel, para que esto sea señal entre vosotros; y cuando vuestros hijos preguntaren a sus
padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras? les
responderéis: Que las aguas del Jordán
fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová; cuando ella pasó el Jordán, las aguas del Jordán se dividieron; y estas piedras servirán de monumento
conmemorativo a los hijos de Israel para siempre” (Josué 4:5-7).
Ellos tenían que levantar las piedras como un
monumento conmemorativo de lo que Dios había hecho en ese día. Nosotros tenemos
que tener una experiencia con Dios que marca nuestra vida. Ellos podían mirar a
las piedras en el Jordán y recordar “Nosotros somos Israel. Esto es lo que Dios
ha hecho con nosotros”.
Y sigue diciendo: “Y Josué erigió en Gilgal las
doce piedras que habían traído del Jordán. Y habló a los hijos de Israel,
diciendo: Cuando mañana preguntaren vuestros hijos a sus padres, y dijeren:
¿Qué significan estas piedras? declararéis a vuestros hijos, diciendo: Israel
pasó en seco por este Jordán. Porque Jehová vuestro Dios secó las aguas del
Jordán delante de vosotros, hasta que
habíais pasado, a la manera que Jehová
vuestro Dios lo había hecho en el Mar Rojo,
el cual secó delante de nosotros hasta que pasamos; para que todos los
pueblos de la tierra conozcan que la mano de Jehová es poderosa; para que temáis a Jehová vuestro Dios todos
los días” (Josué
4:20-24).
Note que las piedras marcaban el milagro del
cruce del Jordán sobre camino seco. Así como Dios abrió el Mar Rojo para la
primera generación, Dios abrió el Rio Jordán para la segunda generación. Era el
mismo milagro pero en otra generación.
La nueva generación que cruzo el Rio Jordán
nunca habían cruzado el Mar Rojo. Si ellos iban a heredar las promesas tenían
que tener su propia experiencia. Esta generación si va a seguir predicando el mensaje
verdadero apostólico tiene que tener su propio Pentecostés. Si vamos a ser la
una Iglesia de primer siglo en el siglo veintiuno tenemos que tener marcadores
en nuestra vidas de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. No podemos ser creyentes
sin una experiencia verdadera con Dios. Tenemos valorar nuestros principios que
nos hace la Iglesia del Señor Jesucristo. No podemos depender de las
experiencias de nuestros padres. No podemos depender de las experiencias de las
personas que estuvieron antes de nosotros. Tenemos que tener nuestra propia
experiencia. Doy gracias por lo que Dios ha hecho en las vidas de mis padres,
doy gracias por lo que Dios ha hecho en el pasado…pero todos tenemos que tener
nuestra propia experiencia con Dios. Tenemos que ser una segunda, tercera
generación con una experiencia de primera generación.
“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa
espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables
a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He
aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el
que creyere en él, no será avergonzado” (1 Pedro 2:5-6).
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos,
sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va
creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois
juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:19-22).
Nosotros mismo somos esas piedras
vivas que tienen que marcar el mensaje a la siguiente generación. Cuando las
personas nos ven y nos preguntan, cuando nuestros hijos nos preguntan, “¿Qué
quiere decir esto? ¿Porque ustedes predican así, porque alaban a Dios así,
porque hablan en lenguas, porque viven y se visten de esa manera? ¿Por qué son
diferentes que las otras iglesias?
Podemos responder como Pedro: “Porque éstos no están ebrios, como vosotros
suponéis... Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días,
dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…” (Hechos 2:15-17).
Seamos una Iglesia de primer
siglo en el siglo veintiuno.
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