Cuanto más yo los
llamaba, tanto más se alejaban de mí; a los baales sacrificaban, y a los ídolos
ofrecían sahumerios. Yo con todo eso enseñaba a andar al mismo Efraín,
tomándole de los brazos; y no conoció que yo le cuidaba. Con cuerdas humanas
los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de
sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida. (Oseas 11:2-4)
No nos imaginamos cuanto Dios nos
ama. Aun en nuestros tropiezos, fallas y rebeliones Dios nos sigue amando. Aun
Dios usa nuestros errores para atraernos a Él. Dios nos dice: “… Con amor eterno te he amado; por
tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3). Con cuerdas de amor Dios
nos trae a Él. Dios nos llama y más veces nos alejamos de Él. Él nos toma
en sus bazos y muchas no nos damos cuenta que es Él que nos esta cuidado. En
nuestro orgullo un que no necesitamos de Dios, nos creemos que somos
autosuficientes, pero Dios con sus lazos de amor nos está atrayendo a Él.
Hay tiempos que las cuerdas de Dios
nos estira y resistimos Su presencia. Muchas veces ignoramos a Dios, estamos
demasiados ocupados para Él, nuestro corazón esta endurecido, en nuestro
orgullo resistimos las cuerdas de su amor. Estiramos en la dirección opuesta,
luchamos hacer nuestra propia voluntad. Cuando resistimos la voluntad de Dios
Él suelta la cuerda, nos da el espacio para ir donde queremos ir, para hacer lo
queremos hacer, para que demos cuenta nuestra necesidad de Él…pero sin darse
cuenta todavía sus cuerdas nos está atrayendo hacia Él.
Dios no desea que nosotros nos apartemos de Él,
pero nos permite…para poder atraernos nuevamente a Él. Es en nuestros
tropiezos, nuestros fracasos, nuestro dolor, nuestros pecados que Dios está
estirándonos nuevamente hacia Él. Aun cuando caes Dios te sigue amando. Dios no
se olvida de ti. En tu soledad…sus cuerdas de amor están atrayéndote hacia Él.
En tu dolor… sus cuerdas de amor están atrayéndote hacia Él. Aun cuando piensas
que Dios está lejos…Él está cerca. Dios
trata con humanidad “para
que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque
ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos
movemos, y somos…” (Hechos 17:27-28). Sus cuerdas están atrayéndolos a Él.
Aun en los tiempos que no sentimos
la presencia Dios está usando el desierto para atraernos a Él, A veces cuando
hay abundancia de pan de nosotros damos cuenta de nuestro privilegio. Es cuando
no le sentimos cerca que muchas veces nos acordamos de nuestra necesidad de Él.
Cuando tenemos todo a veces lo tratamos como algún tan común y corriente. Pero
Dios usa nuestro desierto para que clamemos como David: “Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te
buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida
donde no hay aguas, Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el
santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán.
Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos” (Salmos 63:1-4).
En el libro de Job dice: “Porque él es quien
hace la llaga, y él la vendará; El hiere, y sus manos curan” (Job 5:18). Él
permite el dolor, pero no es para destruirte. Él te permite que sea golpeado
por tus propias decisiones, por circunstancias y aun injusticas pero con el fin
de atraerte a Él. El hiere pero sus manos te curan. El salmista dijo: “El sana a los quebrantados de
corazón, Y venda sus heridas” (Salmos 147:3). No te diste cuenta pero era las
cueras de su amor que te estaba atrayendo hacia Él. Alguien necesita decir:
“Señor necesito que cures mis heridas”. No le resistes más. Déjale atraerte
hacia Él.
El hijo prodigo dijo a su Padre: “Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lucas 15:21). Él
reconoció su necesidad de su padre. Yo necesito de Dios. Necesito de Su toque.
Necesito de Su amor.
“Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el
mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi
hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado…” Lucas
15:22-24). Todo es tiempo Su Padre le estaba esperando. Su amor y misericordia
estaba extendido hacia él: “Hagamos fiesta porque él que se había muerto ahora vive. Se pedio y
ahora volvió”.
“Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de
amor” (Oseas 11:4). Cuando habla de
cuerdas humanas en realidad lo más probable está hablando literalmente teniendo
en cuenta que en esos tiempos hacían piolas con cabello humano. Dios se
extiende a nosotros en la humanidad. El puede sentir nuestro dolor. Él
puede compadecer de nuestro dolor.
“Así que, por cuanto los hijos participaron de
carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la
muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a
todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre. Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a
la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus
hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a
Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo
padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos
2:14-18).
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al
trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro” (Hebreos 4:15-16).
“Despreciado y desechado entre los hombres,
varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el
rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por
herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado
él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como
oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías
53:3-7).
Hay una cuerda de esperanza
llamada misericordia. Entretejido por la humanidad de Jesucristo la
misericordia es suficiente largo para alcanzarnos y no importa dónde estamos su
misericordia tiene el poder de atraernos a Él. Dios está te atrayendo hacia Él.
Señor Atráeme a Ti.
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