domingo, 29 de septiembre de 2013

La Generacion que Busca a Dios


Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. (2 Crónicas 7:14)
En nuestros tiempos no estamos en falta de religión. Cada día más hay más iglesias, más movimientos, más actividades hecho en el nombre de Dios. Lo que necesitamos es Dios mismo. Necesitamos realmente buscar a Dios. Necesitamos ser una generación que busca a Dios.
El Apóstol Pablo advertido: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Timoteo 3:1-5).
Note que Pablo llama a esta generación amadores de los deleites más que de Dios”. Mirando el griego lo que significa es que son amadores del placer más que a Dios. Específicamente esto no significa que ellos no aman a Dios, sino que su amor por el placer es mayor.
Estamos en un tiempo que la tecnología ha hecho que el entretenimiento no solo está en el reproductor de DVD o la televisión, ni siquiera solo en la computadora sino que está en la palma de nuestra mano con los celulares inteligentes. Nuestra sociedad cada día más y más está siendo adicta al entretenimiento y el placer. Estamos tan distraídos y centrados en agradar nuestros deseos momentáneos que se dificulta conectar con Dios.
Muchos aman a Dios, realmente tienen un deseo sincero de servir a Dios, pero están desconectados con Dios. Hay tantas otras cosas que están llamando nuestra atención sea el trabajo, las luchas, el placer, la ambición, los amigos, que aparente que no tienen el tiempo, ni la pasión para ser uno que verdaderamente busca de Dios.
Pablo dijo: “Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Timoteo 3:7). Aparentemente al parecer uno ya sabe todo, pero llega el conocimiento pleno de la verdad, que es una relación transformadora con Jesucristo. Es por eso que Él murió en la cruz. Es por eso que estamos aquí en la Iglesia. Podemos tener la apariencia de piedad, la apariencia externa de ser un cristiano: sabemos lo debemos decir en el momento correcto, sabemos que hacer en el momento correcto, sabemos cómo vestir en el momento correcto pero negamos la “eficacia” (verso 5) o en el griego el “dúnamis” de donde viene la palabra dinamita. Específicamente poder milagroso. Quiere decir podemos tener la apariencia de cristianos pero negamos el poder milagroso de Dios.
Pablo advierte: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3-4). La palabra “sufrirán” aquí significa “soportar” o “aguantar”. La gente no va a aguantar escuchar la verdad de Palabra de Dios. Le va aparecer algo “pesado”. Quieren a buscar predicadores que van decirles lo que ellos quieren escuchar. Ellos quieren seguir en sus propios deseos de la carne. “Volverán” o en el griego “desviaran” para seguir a “cuentos” o mitos. Las personas creen lo que no es verdad porque no quieren escuchar la verdad. Ellos niegan el poder milagroso de Dios.   
Eso sucede cuando tenemos religión sin Dios. Religión sin el mover de la presencia de Dios en nuestras vidas. Religión sin cambio. Religión sin arrepentimiento, sin transformación de nuestra mente y corazón. Religión sin relación con Dios. El mensaje de la cruz nos cambia, porque “es poder de Dios para salvación” (Romanos 1:16). Y cuando paramos de buscar de Dios, el evangelio pierde su poder para nosotros, porque la razón que Jesús murió en la cruz por nuestros pecados, la razón que Dios nos llena con Su Espíritu Santo es para tengamos una relación real y verdadero con Él. Ser un buscador de Dios nos transforma. Cambia nuestro pensamiento y actitud. Somos limpiados en la sangre de Jesucristo. Nuestra búsqueda de Dios nos da un nuevo corazón.
Isaías declaró: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:6-9). Busquemos a Dios. Sus caminos no son nuestros caminos. Sus pensamientos no son nuestros pensamientos. Sus caminos son más altos. Sus pensamientos son más altos. Nuestro problema es que pensamos que Dios se tiene que ponerse de acuerdo y adecuarse con nuestros deseos y pensamientos. Pero no es así. Él es el creador, nuestros la creación. Somos nosotros que tenemos que buscar a Él. Nosotros tenemos que conectarse con Él.
Jesús dijo: “Yo soy la vid verdadera… Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:1-5). Jesús es la vid. Nosotros somos las ramas. Tenemos que permanecer en Él. Nosotros dependemos de Jesús. Él es la fuente de nuestra vida. Necesitamos la savia, que es Su Espíritu para mantenernos con vida. Sin Él nada podemos hacer. Sin estar conectados con Él vamos a secarnos espiritualmente y morir, vamos a estar sin vida, sin dirección espiritual.
Jesús dijo a la mujer samaritana: “Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22). Jesús decía hay personas que busca a Dios, sin embargo sin tener una revelación de quien Dios es y hay los que adoran a Dios teniendo esa revelación. Hay los que adora conociendo y otros que adoran sin conocer. Hay personas que no saben lo que están buscando, pero buscan a Dios. Y hay, como los judíos, que conocen de Dios, han sido enseñando de Dios, pero ellos no le buscan.
“Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24). Dios está buscando a alguien que le busca. Alguien que le busca y le adora en espíritu y en verdad. Es necesario adorar en espíritu y verdad. Eso habla de un corazón abierto. Habla de un corazón dispuesto a escuchar la voz de Dios. Habla de un corazón hambriento de la presencia de Dios. Un corazón que no viene con sus razonamientos y pretextos, pero un corazón que es dispuesto a buscar a Dios sin medir las consecuencias. Un alma hambriento para haber la voluntad de Dios. Un alma entregada, sin reservas. Un adorador en espíritu y verdad.
No fue en vano que la Biblia llama a David un hombre conforme al corazón de Dios” aun a pesar de sus fracasos.  Lo que hizo David diferente de los demás fue su pasión por Dios. Pasión en su adoración. Pasión en su alabanza. Pasión para la Casa de Dios. Pasión las cosas de Dios.
David delcaró:
“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Salmos 27:4).
“Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová” (Salmos 27:8).
“Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas, Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos” (Salmos 63:1-4).
Si algo que necesitamos para ser una generación que busca a Dios es renovar nuestra pasión por Dios. Jesús dijo de la Iglesia de Efeso: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Apocalipsis 2:4). Jesucristo dijo de la Iglesia que estaba en Laodicea: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad...” (Apocalipsis 3:15-17). Tenemos que volver al primer amor. No tenemos que estar tibios sin buscar a Dios, sin tener una pasión y deseo de servir a Dios. Es tiempo que el fuego pueda arder en nuestro corazón otra vez.
En el versículo veinte Jesús revela lo que necesitamos. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”(Apocalipsis 3:20). Jesús está a la puerta de nuestro corazón y busca tener una relación con nosotros. Mientras nosotros decimos que no necesitamos, que hay tenemos todos, que ya sabemos todo… Él está a la puerta y quiere entrar en nuestras vidas.
Otro atributo que tenía David era su disposición de humillarse delante de Dios y buscar a Dios. Hay muchos que no pueden conectarse con Dios porque el orgullo le impide. Les resulta difícil buscar a Dios porque no quieren humillarse delante de Dios.  
David declaro: Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:16-17).
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14). Es tiempo para ser una generación que busca de corazón a DEntonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová… ” (Jeremías 29:12-14). Dios va a escuchar. Él va a sanar nuestra tierra. Él va restaurar. Entraremos en Su presencia.
Quiero ser la generación que busca a Dios. Quiero ser la generación que se entrega de corazón delante de Dios. No quiero tener una religión vacía sin tener una relación autentica con El. Quiero ver los cielos tocar la tierra. Quiero a Él. Quiero ser de una generación entregada a Dios. Apasionado por El. Una generación a adora a Dios de corazón, que alaba a Dios de una manera sincera, que ora de una manera diferente. No un show. Quiero ser de una generación que tiene una pasión por Dios. Una generación lavada por Su sangre, cambiada por Su poder. Quiero ser esa generación: la generación que busca a Dios.
“¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño. El recibirá bendición de Jehová, Y justicia del Dios de salvación. Tal es la generación de los que le buscan, De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob” (Salmos 24:3-6).

domingo, 1 de septiembre de 2013

El Todopoderoso en Cristo


Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. (Isaías 9:6)

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (2 Co: rintios 5:18-19)

“Jesús… preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos,  Juan el Bautista;  otros,  Elías;  y otros,  Jeremías,  o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros,  ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro,  dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres,  Simón,  hijo de Jonás,  porque no te lo reveló carne ni sangre,  sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo,  que tú eres Pedro,  y sobre esta roca edificaré mi iglesia;  y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:13-18)

El mundo se consternaba con la pregunta de quién era Jesús. Hasta el día de hoy multitudes de personas no han comprendido la identidad de Jesucristo. Hoy sigue el debate si era un profeta, si era un buen maestro moral. ¿Quién es Jesús?

Pero Pedro bajo la revelación divina entendió que Jesús es el Hijo de Dios viviente, Dios manifestado en carne. La Iglesia del Señor Jesucristo está edificada sobre la roca de la revelación de quien Él es. Él es el Dios manifestado en carne. Él es Emanuel Dios con nosotros. Él es el primero y el último. Él es el Alfa y Omega. Él es el gran Yo soy. El Hijo de Dios y el Padre Eterno. El cordero y el León. El hombre perfecto sin pecado y el Rey soberano.

Jesús es aquel profetizado por los profetas en el Antiguo Testamento. La Biblia dice: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo… siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:1-3). La Biblia dice que Jesús es “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15; II Corintios 4:4). En otras palabras aunque Dios es un Dios invisible y eterno y no podemos ver a su Espíritu, Jesucristo, el hombre, es la manifestación visible del Dios invisible.

Las palabras de Abraham se cumplió proféticamente en el hombre Jesucristo: “Dios se proveerá de cordero” (Génesis 22:8). Hebreos 10:5 dice: “Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo”. El Dios Todopoderoso preparó un cuerpo para venir a ser el hombre perfecto para cumplir su propósito que Él diseño antes de la fundación del mundo.

“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Las escrituras: el Antiguo Testamento, la ley y los profetas dieron testimonio de la identidad de Jesucristo.

Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. (Isaías 7:14)

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:21-23).

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Ese niño que nació en un humilde pesebre era un Dios Todopoderoso manifestado en carne.

Él es Admirable. Manoa, el padre de Sansón, preguntó al ángel de Jehová cuál era su nombre y Dios le respondió: “¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?” (Jueces 13:18). Jesús es Consejero. Él mismo Espíritu que estaba en Jesucristo es Él mismo Espíritu.

No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno(Isaías 44:8). Jesús es Dios Fuerte. No hay otro sino Él.

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Jesús es el Padre Eterno, porque el Espíritu está en Él es el Espíritu eterno. Él es el Príncipe de Paz.

Jesús no es otro Dios. Jesús es el Dios del Nuevo Testamento y del Antiguo Testamento porque Dios siendo el Espíritu Eterno se manifestó en la carne con el propósito de redimir al hombre que Él había creado de su pecado muriendo en la cruz de Calvario. 

I Timoteo 3:16 dice: “Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”.

La Biblia dice: “Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (II Corintios 5:19). Juan 1:18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.

Jesús dijo: “Yo soy el camino,  y la verdad,  y la vida;  nadie viene al Padre,  sino por mí. Si me conocieseis,  también a mi Padre conoceríais;  y desde ahora le conocéis,  y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor,  muéstranos el Padre,  y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros,  y no me has conocido,  Felipe?  Él que me ha visto a mí,  ha visto al Padre;  ¿cómo,  pues,  dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre,  y el Padre en mí?  Las palabras que yo os hablo,  no las hablo por mi propia cuenta,  sino que el Padre que mora en mí,  él hace las obras” (Juan 14:6-10).

En los versos anteriores vemos que Jesús es el Dios Padre manifestado en carne. Si hemos visto a Él hemos visto al Padre.  El Padre, que es el Espíritu Divino está el Hijo, que es la humanidad del Jesucristo, y el Hijo está en el Padre. El Padre, que es el Espíritu, mora en el Hijo. Jesús no es el Dios Hijo manifestado en carne, Él es el Dios Padre manifestado en carne.

“Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios” (Isaías 44:6).

“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8).

La Iglesia esta edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas,  siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20). Jesucristo es la piedra principal. Él es lo central y más lo importante de esta Iglesia y de la Biblia entera.  “Y él es antes de todas las cosas,  y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia,  él que es el principio,  el primogénito de entre los muertos,  para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:17-18).

Tenemos el gran privilegio de conocer que Dios es uno y uno su nombre. Y ese nombre es Jesús. “Y en ningún otro hay salvación;  porque no hay otro nombre bajo el cielo,  dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12). El nombre de Jesús tiene todo poder y autoridad en los cielos y la tierra. Y nosotros hemos recibidos esa revelación y conocemos ese “nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos,  y en la tierra,  y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor…” (Filipenses 2:9-11).

Y Jesús dijo: “Y sobre esta roca edificaré mi iglesia;  y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat 16:18). Sobre este esta gran revelación y misterio esta edificada Su Iglesia. Y las puertas del infierno no podrán prevalecer a la Iglesia. Si esta Iglesia está siendo dirigida por el poder y la autoridad de ese nombre tiene la victoria en su mano. El enemigo no podrá en contra una Iglesia que esta envestido del poder del Espíritu Santo y la autoridad del nombre de Jesús. No hay otro nombre en que podemos ser salvos. No hay otro nombre en los cielos, la tierra, y en el infierno que es igual al nombre de Jesús. 

La Biblia dice: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” (Colosenses 3:17). Porque es tan importante el nombre de Jesús todo debe ser hecho en su nombre. 

Es por eso que somos bautizados en el nombre de Jesús porque entendemos que el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es el nombre de Jesús.  Mat 28:19 dice: “Por tanto,  id,  y haced discípulos a todas las naciones,  bautizándolos en el nombre del Padre,  y del Hijo,  y del Espíritu Santo”.

Jesús declaro: “Yo he venido en nombre de mi Padre.” (Juan 5:43) Hebreos 1:4 dice que Jesús fue “hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”.  Jesús vino al mundo en el nombre de Su Padre y ese nombre el heredó de Su Padre. Por eso podemos decir que el nombre del Padre es Jesús porque Jesús vino a revelar el nombre de Dios y el hombre Jesucristo heredó el nombre de Dios. 

Jesús declaró que Él había manifestado y dado a conocer el nombre del Padre: “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste” (Juan 17:6). “Y les he dado a conocer tu nombre,  y lo daré a conocer aún” (Juan 17:26).

Vemos que el nombre del Espíritu Santo es Jesús. Porque el Jesús dijo que el Espíritu Santo sería enviado en Su nombre. “Más el Consolador,  el Espíritu Santo,  a quien el Padre enviará en mi nombre,  él os enseñará todas las cosas,  y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). Efesios 4:4 declara que hay un solo Espíritu y Romanos 8:9 declara: “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo,  no es de él.”  El mismo Espíritu que estaba en Jesús es el Espíritu Santo y Su nombre es Jesús.

Notemos que el uso de la palabra “nombre” en Mateo 28:19 es singular significando que hay un solo nombre para el Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Los títulos Padre, Hijo, y Espíritu Santo no son nombres sino títulos de Dios que describen Su obra redentora y relación con el hombre.  Él es el nuestro Padre en la creación. Él es el Hijo de Dios que murió por nosotros en la cruz y Él es el Espíritu Santo que vino a morar en mi corazón. Hay un solo nombre.

“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:9-10). Toda la Deidad está en Jesucristo. Jesús no es parte de la Deidad, todo de lo que Dios es, está en Jesús y Él es Dios.

El nombre de Jesús es único porque representa la presencia misma de Dios. El nombre de Jesús representa la presencia, el poder, y la obra de Dios. Es por eso que hay autoridad en el nombre de Jesús. 

Cuando pronunciamos el nombre de Jesús en fe, Jesús mismo se hace presente y comienza a obrar. El poder no está en el solo decir el nombre de Jesús sino viene por fe que tenemos en Él y en lo que representa Su nombre demostrando obediencia a la Palabra de Dios. Cuando pronunciamos el nombre de Jesús en fe Su presencia se manifiesta y hace maravillas y suple necesidades.

Hay poder y autoridad en el nombre de Jesús. Lo que tú necesitas puedes pedir en el nombre de Jesús. Hay salvación en el nombre de Jesús. Hay perdón de pecado en el nombre de Jesús. Hay la plenitud de Su Espíritu en Su nombre. Hay sanidad en el nombre de Jesús. Hay liberación en el nombre de Jesús. Hay restauración en el nombre de Jesús. Podemos proclamar el nombre de Jesús y el poder de Dios se manifiesta, enfermedades se sanan y demonios huyen. El nombre de Jesús es el nombre sobre todo nombre. En ningún otro nombre hay salvación.