domingo, 27 de octubre de 2013

Nuestra Motivación Debe Ser el Amor


“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).

 

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:2)

 

¿Cuál es tu motivación? ¿Qué es lo que motiva tu vida cristiana? ¿Por qué has tomado la decisión de servir a Jesucristo? ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué vienes al culto? ¿Por qué oras? ¿Por qué alabas al Señor? ¿Por qué hablas la Palabra del Señor?  

 

Los escribas preguntaron a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:36-40).

 

Jesús declaró que el primer mandamiento es amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente. Dios desea que nuestros le amemos con todo lo que somos. Amar a Dios nos cambia. Nos da un corazón nuevo. Amar a Dios cambia nuestra mente. Cambia nuestras actitudes. Cambia nuestra forma de ser. Nos da un nuevo carácter. Cualquier otra motivación que nosotros tenemos no tiene validez para la vida del cristiano. Nuestra motivación debe ser el amor.

 

El Apóstol Juan dijo: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. (1 Juan 4:9-10). Esto quiere decir que realmente no podemos amar a Dios completamente por nuestros propios medios.

 

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:8-10).

 

No podemos amar a Dios por solo medio de lo que nosotros somos. Nosotros podemos amar a Dios por medio de la reconciliación de cruz de Jesucristo. En otras palabras yo no amo a Dios simplemente por las cosas que yo hago por Dios. La prueba de mi amor Dios no mi oración, mi ayuno, no es porque evangelizo, no es porque traigo una visita a la Iglesia. La única manera que realmente uno puede amar a Dios es por medio de Él, de Jesucristo.

 

“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

 

Es por es que la ley de Moisés en si era insuficiente. Porque la humanidad en si no tienen la fuerza para cumplir las leyes de Dios. Pero Jesucristo murió por nosotros para que podamos amar a Dios a través de la cruz. El amor consiste que Él nos amó a nosotros dando su vida por nosotros en la cruz.

 

Eso no quiere decir que cristiano verdadero no hace obras para Dios. Si el cristiano hace obras para Dios, pero esas obras simplemente son el fruto del agradecimiento por lo que quien Él es y lo que Él ha hecho por nosotros.  Hemos nacido de nuevo para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Esas obras no son hechas para gloriarnos de quienes somos nosotros pero son para la gloria de Él. Es el producto de lo que Él ha hecho en nuestras vidas. Nuestro objetivo no es demostrar lo bueno que somos o compararnos con los demás pensando que somos mejores que los demás sino vivimos y obramos en agradecimiento por la cruz de Cristo.   

 

La cruz nos motiva. Jesucristo es nuestra motivación. No es nuestro propio ego. No es nuestro propio orgullo. Queremos conformarnos a la imagen de Cristo en nuestras palabras y hechos.

Nuestro amor por Él nos motiva para adorarle. Nuestro amor por Él nos motiva a alabarle. Nuestro amor por Él nos motiva de para trabajar en Su viña. No se trata de nosotros. Se trata de Él.

 

Jesús dijo que amar a nuestro prójimo como nosotros mismo es el segundo mandamiento y es semejante al primero. El segundo mandamiento fluye de del primero. Cuando tenemos el amor de Jesucristo en nuestra vida, ese amor comienza a desbordar a las vidas de las personas que están alrededor de nosotros. Es inevitable, porque hay un cambio interno que sucede. Si nosotros no amamos a los demás es porque en verdad no estamos llenos del amor de Dios.

 

El Apóstol Juan declaró: El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo” (1 Juan 2:9-10). No podemos decir que estamos bien con Dios cuando tenemos algo en nuestro corazón en contra nuestro hermano.

 

Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:6-7). Mientras nos tenemos un amor verdadero para nuestros hermanos y para las almas, tampoco tenemos una comunión sincera con Dios y solo estamos engañando a nosotros mismos.

 

“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:16-18). Dios quiere que nuestro amor no solo sea de Palabras sino de acción. Hay muchos que dicen que tienen amor pero sus acciones demuestran todo lo contrario. Que Dios nos ayude para demostrar el amor con nuestras acciones.

 

Como dice romanos 12:9 que: “El amor sea sin fingimiento…”. Algunos con sus palabras fingen que aman a Dios, que aman las cosas de Dios, que aman la Iglesia de Jesucristo, que aman su hermanos, pero los hechos demuestran todo lo contrario. Nuestra motivación tiene que ser el amor.  Muchos hablan acerca de tener una carga por las almas sin embargo y ellos están viendo todo lo que otros no hacen, pero no ven lo que ellos no están haciendo. Que nuestro amor no sea de palabras. No nos engañemos a nosotros mismos.

Volvamos a la cruz. Esto no se trata de mí. Se trata de Él. Se trata de lo que Él ha hecho por nosotros. Jesús entrego su vida por nosotros y ahora nosotros debemos entregar nuestras vidas a Él y a los demás.  A veces hablamos como si fuera hacemos grandes sacrificios para Dios cuando en realidad no estamos haciendo lo mínimo. Nuestra motivación debe ser el amor. Cuando amamos a Dios no hacemos las cosas por Dios por obligación. No lo hacemos por el pastor. No lo hacemos por la Iglesia. Hay muchas cosas que no hacemos no porque nos obligan. Hay muchas cosas que no decimos no porque no podemos decirlos es por amor. Pensamos en Dios y su obra. Pensamos en  los demás. Pensamos en las almas. Pensamos en nuestros hermanos. No nos motiva nuestro por ego. Lo que nos debe motivar es el amor.

 

Pablo lo dijo de una manera tan elocuente y clara: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta… El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor(1 Corintios 13:1-8, 13).

 

El amor supera todo lo que viene de mí. Supera mis obras. Supera mis talentos. Supera mis dones espirituales. Supera todo lo que yo soy. Porque el amor viene de Dios y nosotros necesitamos Su carácter y Su Espíritu y de esa manera que somos Sus hijos.  “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).

 

Yo no quiere ser solo como un metal que resuena o como el griego dice “hacer ruido”. O un címbalo que retiñe o “chilla”. No quiere ser un cristiano vacío por dentro que solo hace ruido pero no tiene nada, no tiene el amor verdadero en su corazón. No quiero solo emitir chillidos molestos para los demás porque son contradicciones a lo realmente somos. ¿Busco lo mío? ¿Estoy enaltecido? ¿Tengo enojo? ¿Tengo envidia? ¿Tengo envidia? ¿Hago lo indebido? Que Dios nos ayude a tener el verdadero amor de Cristo. La única manera de realmente tener el amor verdadero no es a través de quienes somos nosotros sino es a través de la cruz. Es a través tirarnos a los pies de Su misericordia y pedirle darnos un nuevo corazón.  

 

Jesús dijo: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:9-12).

 

En Juan capítulo 15 Jesús declaró que Él es la vid y nosotros los pámpanos. Él es la fuente. Nosotros somos las ramas y sin Él nada podemos hacer (Juan 15:5). Y luego el declara en el versículo 9 que permanecer en Él es en Su amor. Y si amamos a Él también vamos a guardar Sus mandamientos. Y si hacemos esto su gozo va a estar en nosotros y nuestro gozo va a ser cumplido porque nuestra felicidad plena no está en vivir para nosotros sino vivir para Él. Él es la fuente. No quiero estar desconectado de Él. Cuando amo a Jesús, también amo a los demás. Amo a mis hermanos. Amo a las almas. Porque nuestra motivación debe ser el amor.   

 

Pablo dijo: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:2-8)

 

El amor nos hace crecer espiritualmente. “Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:15).

 

El amor nos lleva a tener humildad, mansedumbre y la paciencia. “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2).

 

El amor nos lleva a hacer sacrificios para Dios. “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:7-8) Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10). Las cosas que eran ganancias para Pablo Él estimo como pérdida, aun como basura por amor a Cristo.

 

El amor nos hace tener una carga por las almas y por nuestros hermanos. “El Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:10). “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Corintios 12:15). Pablo dije que el mismo que estaba dispuesto a soportar todo por amor a los escogidos. Él dijo que está dispuesto a gasto lo suyo aun su propia vidas por amor a las almas.

 

Hebreos 12:2 dice: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. ¿Qué fue lo que hizo que Jesús permaneciera en la cruz? No fue los clavos que están en sus manos y sus pies. Él tenía todos los ángeles del cielo a su disposición. Él siendo Dios manifestado en carne tenía todo poder y autoridad. Pero Él no se aferró a Su deidad. Él se humillo y fue obediente a Su plan. Hay una sola cosa que mantuvo a Jesús en la cruz y eso fue el amor. El amor a una humanidad perdida. Una humanidad pecadora e inmerecida. Una humanidad vacía y necesitada de misericordia. Fue Su amor que el mantuvo en la cruz. Fue por el gozo de ver almas salvadas por sacrificio eterno. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). Nuestra motivación debe ser el amor.